En la memoria de un niño no eres nadie, si no lo eres ahora
y para él.
No te recuerda, está comenzando a acaparar información. Puedes
ser un político importante, un cantante, actriz o modelo, que no eres nadie
para él. Hablaría de igual a igual con
un presidente de gobierno o Claudia Schiffer,
para ellos un papá y una mamá.
Incluso los dibujos animados con más de cuatro años de antigüedad,
no son nadie para ellos. ¿No es
maravilloso?
Si les cuentas tus batallitas, pensarán: ¡otra vez dando el
coñazo, que aburrimiento!
No son recuerdos propios y vividos. Pueden ser verdad o no,
pueden ser exagerados o minimizados dependiendo del adulto que cuente la
historia.
Yo, por eso, he pensado seguir metiendo recuerdos reales,
vivencias actualizadas en la memoria de los niños. Todos los que pueda, los míos
y los ajenos. Es un lujo saber que estás grabando en una cinta virgen imágenes
que recordarán muchos años.
¿Para que quiero que me recuerden los mayores? Pronto estarán
todos muertos, como yo. ¿Quién quedará para recordarme? Ellos, los niños, más
viejos, pero vivos.
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