jueves, 4 de julio de 2013

TÓCAME

Ese cuello, esa flor, esa oreja y su piel. Una imagen conjunta que él era incapaz de mirar, sin temblar, sin excitarse.

No la miró, no sería capaz de hacer su trabajo aquella noche. Mira al cantaor, unas pequeñas indicaciones; ella sigue allí, inmóvil. Lo sabe porque intuye su imagen pero no quiere mirarla más, ya tuvo bastante. La miró por un segundo inevitablemente.

Comienza a tocar y el cantaor no ayuda. La letra habla de ella, la describe palmo a palmo. Un pequeño movimiento de su niña todavía en su silla, leve, suelto y lento.

Un pellizco comienza a recorrer sus venas, la sangre se acelera y quema.

“No podré hacerlo piensa, concéntrate niño que es su primera vez, no hay nadie más que  toque en la sala, nadie podrá tocarle como yo la toco”.

Consigue evadirse de la escena y comienza a sonar su música. Ella se pone de pié y comienza a bailar.

¡Menos mal! se aleja y me da la espalda. ¡Qué espalda tan blanca! llena de lunares, como un vestido de flamenca, perfecta, como realza su espalda ese vestido negro. No puedo mirar.

Mueve con fuerza su mantón, se acerca sin querer. Él está sentado, ella de pie, contonea sus caderas, en sus propias narices. Tiene que cerrar los ojos, arranca sus deseos con su guitarra, no la puede mirar.

Termina la primera pieza, aplausos, se sienta a su lado. Palmas sordas para él.

Ella se percata, algo pasa, lo mira a los ojos, los abre de par en par, arquea sus cejas preguntándole, ¿qué te pasa?

Él se muerde el labio conteniéndose, entorna sus ojos, como si le doliera algo por dentro e intenta tranquilizarla, haciendo gestos con la cabeza. No es nada.

Ella no lo cree, algo pasa. Se desconcentra, continua la actuación pero baila despistada. Ejecuta los movimientos perfectos, pero el duende está con él ¡! Que le pasa ¡!

Nunca fue una persona que pudiera fingir, menos bailando.

Algo pasa, no puede bailar así.

Es el recuerdo de  aquel relato que le regaló el primer día que se conocieron, está demasiado nervioso y emocionado al verlo hecho realidad. Su corazón va a estallar, lo está pasando realmente mal.

Ella escucha sus pensamientos, siente su ansiedad. Para la actuación en seco.

-          Disculpen – dice dirigiéndose al público presente.

Se arrodilla en el escenario frente a él, de espaldas a la gente. Su vestido la protege del suelo y embellecía su imagen. No es bonito ver una mujer arrodillada, pero si así, con esa ternura.

Se arrodilla como si lo hiciera para curar a un niño, un niño enfermo de amor.

Le coge la cara, lo mira, seria, regañándole, intentando que se tranquilice.

Él continúa con sus manos en la guitarra. Toda su energía se torna nervio y malestar. 
Y con un beso de amor profundo, saca su veneno de dentro. 

Al terminar, todo es paz.



La gente aplaude. Será, una actuación con alma…

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