Yo soy la reina. Me encanta llevar mi capa en invierno. Tú
me dirás que es una manta vieja de pelo, pero, es mi capa, con broches dorados
y todo. Se que tú verás una pinza de la ropa y por corona un pañuelo del cuello
pero ese es tu problema, yo soy la Reina.
Nadie puede sentarse en el sillón de la reina. El que olvida
esta norma en casa, friega los platos. Si viene un invitado y hace el ademán de
sentarse en mi silla, todos dicen:
¡Noooo, que es la silla de la Reina! – gritando como locos y
aplaudiendo como sordos.
Mientras, desde la cocina observo silenciosa, traidora de mí,
a ver si cae la presa y me friega los platos. En realidad es simplemente la
silla más cercana a la cocina para trapichear, pero eso solo lo dirás tú que
eres mu listo.
Me siento superdigna, estirando mi capa para que no ser
arrugue antes de sentarme.
Mis hijos se pelean por ella cuando la cedo, y es que, esa
porción de poder que da estar sentada en esa silla, suele ser contagiosa, si
no, que se lo pregunten a nuestros políticos, ¿porqué quieren el sillón a pesar
de la ruina que tenemos en este puñetero país?
Me encanta caminar agarrando el filo de mi capa con ambas
manos y terminar las discusiones con un: LA REINA HA HABLADO.
(En este momento, solo con letras no podéis escuchar mi tono
reina, mi voz reina, ni mi mirada reina, pero yo si escribo en lenguaje reina,
que para eso soy la Reina de mi casa).
Mis adornos en el pelo: lápices, coleteros, agujas de
croché y todos los objetos que puedo sujetar cuando voy barriendo.
En mis bolsillos, cientos de monedas, normalmente de las
rojas, el oro está muy cotizado.
En mi castillo se sigue reciclando por orden de la Reina.
Supongo que dejarán de hacerlo en cuanto alguien les cuente aquello de que
mezclan las basuras en el vertedero, que es lo que se cuentan todos los que
quieren apagar su conciencia con ese tema.
Sigo reciclando a pesar de que me recogen la basura de la
puerta, sigo llevando el reciclado a tres calles, no hay contenedores en mi barrio(ahora
utilizo el tono rin tintín).
También reutilizo, pero por puro vicio. La curiosidad me ha llevado a romper un colchón viejo, para hacer un cabecero impresionante. Otro lo tira, yo no, yo lo abro, lo destripo, lo quemo y lo reutilizo. Así gasta la mala leche la Reina.
También reutilizo, pero por puro vicio. La curiosidad me ha llevado a romper un colchón viejo, para hacer un cabecero impresionante. Otro lo tira, yo no, yo lo abro, lo destripo, lo quemo y lo reutilizo. Así gasta la mala leche la Reina.
Este cabecero será de pelo, con florecillas y mariposas. No
es para mí, yo soy más de espejo, aunque últimamente creo que se me ha suicidado
la lívido.
Tanto hablar de cansancio de vida le ha afectado, a mi coño
digo, está mustio, tristón.
Yo le digo: anda no seas así, anímate, si quieres te pelo.
Pero que va, espero que sea solo catalepsia. Con lo Barranca
que yo era, hace tan solo un mes y mira pa lo que he quedao.
¡Pero estoy feliz, como no! Si es que la vida me ofrece
momentos para reaccionar y sonreír, aunque sea sola y por la calle. Hace un
rato paseaba yo muy seria cuando un ciego de mi barrio, le ha metido un pedazo
de ganchazo a un canalón de aluminio y se ha asustado hasta él, ha pegado un
pingo que no veas.
Mira tú, el Águila Blanca.
Mira tú, el Águila Blanca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario