En la espera le saludaron varias personas. Él la observaba.
Sorprendido
por sus gestos, su cercanía, su ordinariez. Era una mujer corriente, no como la
imaginaba. Podría ser la mamá de cualquier niño en un colegio, la peluquera de
la esquina, la de la confitería.
Su mito se derrumbó en segundos. Comenzaron a caerse algunas
de las hipótesis que tenía sobre su persona, sobre su vida. Las imágenes que
había visto no correspondían con aquella primera impresión. No era tan guapa,
no tenía tanto morbo, era normal.
Su ropa desaliñada y sus malos pelos, la hacía aún más sexi,
pero para nada glamourosa. No entonaba los colores en absoluto, no tenía cuidado
con los complementos, no llevaba ni tan siquiera maquillaje. No era como imaginaba
una mujer altiva y prepotente, que se creía por encima de los demás solo porque
sabía juntar unas pocas letras y a la gente les gustaba leerlas.
Ella miraba a todos lados, buscando una señal de alguien. Incluso
se paró ante una persona a preguntarle. Negaba con la cabeza el muchacho,
mientras ella soplaba arrugando la nariz y el entrecejo al volver la cara, pensando
que nadie la observaba.
Pero allí estaba él, observando. Aquel gesto con su nariz le
hizo despertar palpitaciones en su estómago. Sintió malestar por un momento,
tan solo con aquel gesto.
Sentado, inmóvil, rodeado de otras personas que paseaban por
el parque, se sentía a salvo. Se mofaba de ella. Esperaba que se cansara pronto
y se fuera, solo era cuestión de tiempo.
De pronto ella giró la cara buscando entre los transeúntes del
parque, pasando de largo un segundo por él y volviendo firme y
contundente con su mirada.
No pudo disimular, se delató solo. Confirmó sin querer que
era él, al segundo.
Se tomó su tiempo, no hizo ningún movimiento de
acercamiento. Relajó los músculos de su cara y arqueó las cejas. Retiró un mechón
de su pelo que jugaba con su boca. Al abrirla para liberarlo, dejó ver su
lengua.
La reacción no tardó en llegar. Un nuevo gesto de malestar reflejó su cara. De golpe
y sin querer mostró su debilidad.
Ella se sentía poderosa. Sonreía amenazante, sin mover un
solo dedo de sus pies. Observó que nadie los miraba. Paseaban transeúntes, pero
no se percataban de su presencia. Cada uno atendía sus actividades, pero ellos,
inmóviles no paraban de mirarse.
El viento azotaba su pelo. Ella lo retiraba de su cara y su
cuello. Lo miraba firme esperando su reacción. Entrecerró los ojos mientras
alzaba su labio superior mostrando un poco las paletas. Otro golpe fuerte al
estómago se mostraba en la cara de su oponente.
Sacó un cigarro del bolso. Para encenderlo cerró los ojos
para evitar el humo. Y al levantar la mirada, otra vez de nuevo más golpes para
él.
Por minutos notaba como el pantalón le apretaba, solo con su
cara, solo con su boca, solo con su lengua, sus dientes, sus gestos, sus manos,
sus dedos___ su pelo.
Cada movimiento le hacía perder un poco más en el control de sus
piernas. Cada gesto le hacía rendirse un poco más.
Hubiera dado cualquier cosa por haberla conocido de otra
forma, sin ofensas ni reproches innecesarios. Se preguntaba, que le movió a
insultarla sin conocerla. Ahora lo sabía. El deseo de tenerla y no poder, lo
llevó a intentar al menos captar su atención.
Y cuando parecía que se preparaba para avanzar hacia él. Alguien
la paró en seco. Mucho tiempo sin ver a aquel amigo la hizo saltar de alegría,
abrazándolo como loca, dando besos apretaos, hablando y tocando a su amigo.
Al volver la mirada, el banco estaba vacío.
FIN
Porque me ha prohibido opinar, que si no.....:
ResponderEliminarDeja de leer y yasta. Si no te gusta, no leas, si no te pago por ello.
prohibido ofender, no opinar.
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