Y cuando pasa el tiempo, te das cuenta de que tú eres la dura, tú la que debías perdonar, tú la ofendida en exceso, no era para tanto, podía haber callado.
Y al final, el run run del que habla de más, cala hasta los huesos de mi gente.
Yo prefiero saber a hablar, yo prefiero tener la verdad. Mi verdad, la mía, nadie la cambiará. Mi vida, la mía, nadie la dominará. Mi futuro, el mío, yo lo dirijo, y si para eso me tienen que evaluar y decir que no soy correcta para esta sociedad, que lo hagan que yo, por ver a un tuerto, me salto un ojo.
No tengo miedo ni a la muerte, menos aún a la vida.
Y ante la amenaza de ponernos a los dos en una balanza, me queda la duda de a quién le darían la idoneidad.
A fin y al cabo, los hombres, son hombres, no es para tanto.
Y nosotras debemos seguir guardando las buenas formas, para que nadie dude si eres o no buena madre.
Ellos pueden ir con chicas más o menos jóvenes, que al final será lo normal.
Pero nosotras no, nosotras debemos ser comedidas y si alguien entra en nuestra vida, ha de ser perfecto, lo mirarán con cien ojos, estará a prueba todo el tiempo.
Bueno, aquí sigo luchando por la igualdad, que no llegará nunca. Sin un hombro sobre el que llorar, sin nadie a mi lado que me de la razón, hablando sola, sola.
Y contigo, querido blog, menos mal que te tuve a tí todo el tiempo.
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