Baja la cara y sube la mirada.
Allí están, sus ojos.
Oscuros y limpios, certeros.
Abiertos.
Con fuerza desarman mi cerebro.
Cuando miro sus ojos se me relaja el cuerpo, fluyen mis líquidos, se vence mi voluntad, sin remedio.
Retiro
la mirada, demasiado para mí.
Unos segundos y me rindo.
Tus ojos me vuelven del
revés.
No atiendo a razones si me miras.
Mis ansias de entonces vuelven, las
mismas.
Más serenas, más calculadoras, más tiernas, más ansias.
Mucho más si te miro a los ojos, si me miras así, con deseo reflejo.
Su boca, muerdo su boca.
Muérdete la boca para mí.
Me como cada centímetro de esa piel húmeda de tu boca, con mi lengua, mientras te miro a los ojos.
Tápame la boca que no grite y yo sigo mirándote. ¡Ay! Tus ojos.
Contigo me siento guapa, reina, ¡grande! Siento el poder en mis manos, el
vicio nuestro, la fuerza de lo incorrecto, de lo acabado antes de empezar.
Que miedo tus ojos cuando me miran así.
¡Dios tus ojos, como
brillan sudorosos!
Se emplean a fondo tus ojos, me buscan los lunares, me comen
ellos solos.
Miden cada centímetro de mi cuerpo, se alborotan.
¿Qué hago
yo si me pierdo en tus ojos?
Si peligro al mirarte, si no me contengo, si no
miro dónde, ni cómo ni cuándo, si me miran así tus ojos, me desarmo.
Se centran en mí, me disparan.
No pestañean, se cierran.
Lentos en movimientos, tus ojos amenazan.
Juega tu mano con la mía para entretener el tiempo,
mientras...
¡Madre mía que ojos!
Tus ojos, como hablan solos.
Te pregunto si te
gusta y afirman tus cejas, espesas y negras, grandes, golpea tu cabeza.
Mil veces te pregunto mil veces contestan.
Afirman tus ojos, afirman tus cejas, afirma tu cabeza.
¡Por favor, tus ojos!
Me descomponen,
me descoyuntan,
me matan tus ojos...
Cuando me comes el coño.
Cuando me comes el coño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario