domingo, 19 de febrero de 2012

AQUEL DÍA QUE ME COSIERON EL COÑO

Ya nunca cuento chistes, nadie se ríe. Si alguna vez me veo tentada o me da un arrebato y empiezo, lo dejo ¡Para qué!

A la gente no le hace ni puñetera gracia mis chistes, solo se descojonan de las cosas que me pasan de verdad.

Como aquella vez que me cosieron el coño.

¿Ves? ¿os reís? pues no tiene ni puñetera gracia.

No hay nada como un parto para que una mujer pierda su ingenuidad.

Llegas al hospital, canastilla en mano, con tu camisón, tus bragas de estreno, la ropita del bebé y al llegar a la sala de partos te asalvajas como un animal.

Pierdes todo el pudor. Todo el mundo te mira el coño y si encima te ayudan a la dilatación metiéndote los dedos y dando vueltas en espiral, pues lo agradeces, sientes alivio.

En mi caso fue un enfermero, por entonces de mi edad. Al terminar la manipulación del canal del parto, lo miras con ojillos de perrilla hambrienta bajo la lluvia en una noche de invierno cerrada. 

Es mi forma de dar las gracias cuando no puedo hablar porque estoy en mitad de un dolor.

Tiene mucha gracia, la gente se parte, todo el mundo dice:

- Voy a tener un bebé -  Y tiene un bebé.

Yo digo lo mismo y vienen dos.  Digo:

- ¡VOY A DESEMPATAR!

Y vinieron otra vez a pares, no hay nones, ya no sigo.

De mis partos os podría contar muchas cosas que os darían mucha risa porque sois todos unos mamones.

¡Claro como tú no estás pariendo! ¡Como a ti no se te dilatan las caderas hasta expulsar un cabezón de diez centímetros mínimo! 

No lo compares con un zorullo que no son tan grandes y van sin hueso, como las aceitunas rellenas. Si no llevo razón prueba a ver, coge una con hueso y le metes diente, a ver si es lo mismo. 

Además detrás del cabezón vienen los hombros, un zurullo, por muy estreñido que estés, una vez pasa la cabeza, no hay problema.

Pues una vez pasado el apuro, con los sudores de la muerte que todos conocemos, parturientas y estreñidos, a mí los facultativos me dicen eso de:

- No te duermas ahora que tú no has terminado.

¿Te da la risa?   

Mis partos, bastante cómicos por cierto, salen de forma natural, sin epidural, de uno en uno, así los cuatro, por eso cuando me preguntan porque tengo tantos hijos, siempre contesto:

- Ne sale del coño.

Y es literal.

Hoy mejor que los partos os contaré el día que me cosieron el coño.

Llegas al maternal con tus bragas nuevas. Después de parir, comer y ducharte, te pones  un poquito de antiséptico en el chisme, que es como licor del polo para chochos. 

No se puede abusar del antiséptico, porque se carga la flora y la fauna, pero un poquito es un placer que solo pueden entender aquellas mujeres que por la mañana, en lugar de amanecer con un malestar general, amanecen con el coño cosido de cabo a rabo, después de habérselo partido en dos, uniendo sus agujeritos, para poder hacer un gran cráter y extraer el tesoro que guardó nueve meses, con todo su amor.

Sales de tu ducha y cuando te dispones a ponerte tus bragas nuevas, una enfermera con cara de posesa te mira y te dice:

- ¡NO TE PONGAS BRAGAS!
- ¿Cómo? – Preguntas.
- ¡NO TE PONGAS BRAGAS! - repite aspirando la última a, para dar más miedo y respeto, abriendo los ojos y sin dar más explicaciones.

Yo lo entiendo somos como un camión de cerdos, no puedes ir contándole uno a uno el porqué de las cosas, porque además estos cerdos no serán los mismos que en el próximo camión. La única manera de que te hagan caso es amenazar.

Con esa cara y esa voz, no dudas, obedeces sin  preguntar.

Si Iker Jiménez la viera, le concedería una entrevista. El misterio de ¿porqué no pueden llevar bragas las recién parías? De cómo se grabó aquella voz, es una psicofonía, es una advertencia del más allá…

Y vas por los pasillos del hospital, a ver a tu niño que está en neonatos, corriendo a toda velocidad como las muñecas de Famosa, sujetando tu compresa con las piernas, toda ilusionada y con una gran sonrisa.

Los puntos que nos ponen a las parturientas tras hacer una episiotomía, que es lo mismo que he explicado antes pero en fino, son muy modernos, no hay que quitarlos. El tejido lo reabsorbe.

¿Qué ocurrió? que me dejaron los pelos muy largos. Los pelos de los puntos porque los otros ya sabes lo que ocurre con ellos y lo que pican cuando están saliendo.

Un cabo suelto que colgaba del labio derecho, se acercó peligrosamente a un desgarro de mi labio izquierdo.

¿Qué pasó? Que lo reabsorbió.

Aquello no era normal. Yo ya había parido y los primeros días lo tienes tan hinchado, tan dolorido, que no es ni tuyo. Eso no es tu coño, es... eso, lo que quedó de él. Es un todo, es un único ser, lo más parecido a un tumor, más labios que un negro cantando blues.

Pero poco a poco, todo se vuelve a su ser, se comienzan a recomponer las cosas  y aquel punto, comenzó a tensarse.

Mi labio izquierdo y mi derecho comenzaron a jugar al juego de tira de la cuerda. Con el paso de los días, cada vez me fue apretando más la carne y más. Parí en lunes santo y hasta domingo de resurrección aguanté, el lunes de la mona llamé a mi matrona.  Con un fino hilillo de voz llamé a mi matrona y le suplique que me salvara de aquella tortura:

- Esto no es normal, algo pasa, ¡ven que te quiero!

Cuando llegó a casa, me tumbó sobre la cama, me abrió de patas toda dentera y miró.

Su cara lo dijo todo: - ¿Cómo has podido aguantar esto hasta hoy?

Todos pensaban que era muy devota y que vivía la semana santa en mis carnes. Y efectivamente así era. En mis carnes hacía una penitencia provocada por un punto maldito, moderno y reabsorbente.

Me lo cortó soplando y maldiciéndome. Esa matrona del campo, maestra del bisturí, tenía cuatro hijos como yo y había visto de todo, todo eso me decía mientras trabajaba en mi desastre, hablaba sin parar, cosas que yo ni escuchaba.

No olvidaré su cara, mientras me llamaba burra, bestia y todas esas cosas a las que estoy acostumbrada a escuchar.

Otro día os cuento lo del DIU, que no me cabía bien y me pinchaba un poco el útero. Yo paseaba por la consulta estirando la pierna izquierda y la derecha como si quisiera colocármelo igual que el pantalón de pitillo, hasta que me puse tonta y pegué un melonazo contra el suelo. Menos mal que no hubo derrame interno. Yo pensaba que era normal, que era hasta que me acostumbrara. 

Aún recuerdo la sensación de placer aquella mañana cuando me descosieron el coño.

¡Casi me meo del gusto en ese momento!

Cortó el puente de Madison, que unía la orilla izquierda con la derecha y mis labios se relajaron cayendo a cámara lenta cada uno a su estado natural. A su lugar. No me imagino si aguanto, ¡cómo hubiera sido la primera cópula!

3 comentarios:

  1. Qué alegría de tener noticias tuyas Manolillo!!, tu sabes que es todo real, has tenido que sufrir a los inquilinos de mi vientre, solo algunos detalles sin importancia, cosicas que le pasa a la gente. Un besooooo, gordisisismo.

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  2. Que bueno...ya tengo faena para leerte, me encantan tus escritos!!

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