lunes, 18 de abril de 2016

DÍ LO

Contigo los días son maravillosos.

Mis defectos asumes como un tributo a pagar, nada que puedas cambiar con la de canas que peino ya.

Aceptas y te lamentas:

- ¿¡Dios mío, esto va a ser así toda la vida!?

Di que sí, di lo.

Que sabes que ya nunca podré reformarme, que seguro que voy a peor. Di lo, que no te importa, que nunca te cansarás de soportar mis descuidos, mis olvidos, mis torpezas, mis caprichos, mis rarezas, nunca dije que fuera perfecta.

Di que no te enfadarás aunque te deje las llaves dentro y tire de la puerta, es habitual en mí. Que no me dejaras cocinar, porque echaré doble la sal, que me mirarás mientras friego los platos como a ti te gusta.

Di que seguirás durmiendo a mi lado, temiendo un pellizco en la teta, un apretón fuerte e inesperado, un golpe sin querer, muchos besos pequeñitos en tu oreja...

¡Di lo!

He visto que te quejas como los niños chicos, que te asustas sin que te haga nada, que te proteges de mí en sueños.

Di que aguantarás mis besitos chicos en to tu cara hasta el final, aunque no lleve la dentadura postiza y se me escape una salivilla. 

Los de con lengua los darás con o sin dentadura. Dí que sí, dí lo.

Te dejo que te limpies con la mano, sé que no es por mí, que lo haces desde pequeño.

¡Mira que eres escrupuloso! Lo sé, lo sé, yo lo acepto, ya siempre cogeré una servilleta para comerme las peras. No me chuparé los dedos, lo prometo, ni me refregaré una mano con otra para eliminar el caldillo, auque, es caldillo de pera, no moco.

Me limpiaré aunque no tenga mocos, por precaución como tú sabes, de abajo arriba, desde la base del dedo corazón hasta la muñeca, antes de rozar mi nariz contra tu nuca, antes de morderte el cuello, de comerte con la ayuda de mi lengua. Prometo no rozar mi nariz húmeda contra tu cuerpo, solo mi coño que sé que eres muy escrupuloso.

Di lo por favor, di lo.

Que no despertarás un día torcido,
que no me dejarás y te irás por donde has venido. 

Y no me diga que me quieres, que eso ya lo sé, es evidente. Me doy cuenta cuando me miras, sé lo que te pasa cuando no estoy, como me buscas como las llaves de casa.

Sé que te desesperas como cuando no encuentras tus gafas, como cuando no te funciona el móvil o perdiste la cartera. Te voy conociendo, y sé, que yo, estoy ahí, entre tus tesoros, entre tus necesidades diarias.

Que cada minuto me escuchas, que pasan volando conmigo, que también tienes miedo a que un día termine, que un día no esté, que no estés, eso lo sé, miedo tenemos los dos, que se nos nota.

No es necesario que me lo digas, no ves que hablan tus gestos al despedirte:  Vuelves, me abrazas por el moji, aprietas fuerte en señal de despedida desesperada, se ve lo blanco de tus ojos y como  te muerdes la boca y aprietas los dientes con rabia.


¿Qué más se puede decir? 

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