Solo quiero estar contigo. Ni con uno ni con otro, contigo. Salir,
divertirnos, compartir todo. Solo contigo estoy a gusto.
Pensarás que es una tontería, pero anoche tuve un sueño. Estaba en la cocina preparando unas tapitas y viniste tú, con tu fuerza. Tenías la
mirada sucia. La cara relajada. Sabía cuales eran tus intenciones nada más
entrar por la puerta. Al llegar a mi lado, mi cuerpo temblaba. Casi me mareo
solo de pensarlo ahora y eso que solo fue un sueño, pero te imagino.
Me abrazaste, poderosa. En tus brazos parecía mantequilla.
Me
besaste lento.
Inmovilizado mi cuerpo por el miedo y tú fuerza, tus labios
podían trabajar en libertad.
Me desperté mareada.
Fue solo un sueño.
Ella siguió caminando. Le restó importancia al asunto. Solo un
sueño. Llevaba un vestido blanco, con la falda de vuelo muy corta. Su cuerpo
sudoroso. Comenzaba a apretar el calor del verano. Necesitaba llegar y
refrescarse. Descansar. No estaba para cuentos.
Lo sueños extraños de su amiga, ni le dieron que pensar.
Llegar a la casa y estirarse en el sofá. La falda se levantó
un poco, dejando ver sus piernas. La confianza del lugar y los acompañantes
hizo que no reparara en detalles como el gesto incómodo y de deseo de tenían
hacia ella.
Invitó a compartir el espacio, con una palmada en el cojín
desocupado de al lado.
Su amiga declinó la invitación y se sentó en la silla.
Mejor aquí, evitar la cercanía de esta mujer tan venenosa y
natural. Tenía miedo del momento en que dejara de sonreír para mostrar la otra
cara. La que vio en el sueño, la que ella misma sabía que podía sacar en
cualquier momento.
Continuará...
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