sábado, 12 de marzo de 2011

NO ME GUSTA LO QUE APRENDISTEIS CON EL PORNO

Había caminado media ciudad para hacer gestiones de su trabajo. Fue placentero el paseo al sol, calzada con sus tacones de nueve centímetros, de tacón flamenco cómodos para trabajar. Sus piernas resistieron además de toda la mañana,  hacer la compra antes de llegar a casa. 

Estaba muy cansada, llevaba varios días sin dormir, lo echaba de menos. El miedo a perderlo la aceleró. No paraba de hacer cosas en casa, mover muebles, coser cortinas, no podía parar, era su forma de no pensar. 

Poco a poco fue comprendiendo que era el hombre de su vida. Nadie como él para acompañarla, nadie que la apoyara más en sus locuras,  nadie tan sensible, nadie que le hiciera reír así.  


Llegó a casa y le esperaba tras la puerta. Solo la luz de las farolas de la calle iluminaban la habitación, perfecta para el amor. Las sombras se diluían y la piel tenía otro color. Es importante el color de la piel, el sabor también. Recrearse en el cuerpo con la vista, es como la presentación de un plato bien cocinado. No solo el sabor es importante, también, todo lo demás. 

Los lunares solo se adivinaban, la luz batía el color del fondo sombreaba y daba volumen a sus formas, que se movían en el espacio delimitado por las paredes, como si fuera un lienzo.  

Se iluminaban sus hombros al menor movimiento coloreando de blanco su piel, algunas de las farolas de la calle tenían más fuerza, estaban más cerca, otras, dejaban lugar a la imaginación. 

Imposible dormir sin bajar las persianas, pero para el momento, era una luz perfecta. 

La cogió de la mano, la acompañó varios pasos y comenzó a desnudarla sin prisas, con suavidad, con estudiada torpeza y suma habilidad. 

-        ¿Qué haces? Estoy cansada - pensó - ¡He tenido un día! - protestaba  - ¡Me arden los pies!

Como una niña pequeña que intenta evitar que le den verduras para cenar, gemía y lloriqueaba pero sin decir ni una palabra.

Le acarició con los labios la nuca, susurrándole un beso, le enredó los dedos por el pelo, la relajó en dos segundos. La conocía, sabía cuales eran sus debilidades. 

Sus manos rodaban por su espalda y volvían para acariciaban su cuello y su pecho. Contrastaban con el frío que traía de la calle en la piel, venía corriendo sin bufanda. Sudaba pero al mismo tiempo estaba destemplada, mareada de cargar con el peso de la compra cuando ya no podía más con su cuerpo.  


La giró con suavidad y le puso un dedo en la boca para que guardara silencio. Con un gesto la hizo comprender. 


A pesar de que venía extenuada, la encendió. 

Con un pañuelo de seda rojo en su estampado chino le vendó los ojos. Mientras andaban sus dedos en su cabeza, le comía la boca con fuerza. Ella intuía sus brazos sobre sus hombros, se sentía arropada en su abrazo, estaba indefensa pero se sentía protegida, dispuesta a cualquier juego que quisiera proponer. Primero la camisa, poco a poco, despacio, rozando los pechos en cada botón desabrochado. 

Retiró la camisa de los hombros, y la olisqueó como un animal. 


En cuestión de segundos la había colocado donde él quería, en sus manos, a merced de su voluntad. Solo con tocar su pelo, con pasar las manos suaves y calientes por su cuello, solo por rozar su pecho, sin apenas tocarla, solo con el hecho de querer desnudarla sin cruzar ni una palabra, ya la había vencido. 

El cinturón de un tirón seco, rápido. 

- ¡Qué habilidad! ¿Dónde has aprendido a ser tan rápido tú? 

El botón, cuesta un poco, luego la cremallera baja sola, dejando ver sus caderas. Con la ayuda de sus dedos se desliza...

Al suelo.

La sentó sobre la cama, despacio, que no se caiga. 

Los zapatos. 


Otra vez de pie,  esperando un beso.

Apenas la rozaba y eso la encendía en deseo por él. 

- ¿Qué quiere hoy ? 

El sujetador. 

Al suelo. 

Se agacha, acaricia su pie, lo levanta y poco a poco.

¡ Mmmm, qué sensación más agradable!

¡Si, agua caliente en su bañera!

- Quema. No. Si, si que quema. Puedo aguantarlo.

El otro pie, la ayuda a entrar en ella:

 -  ¡Cómo quema! casi no puedo aguantar, mi cuerpo se resiente y a la vez agradece.

Una vez dentro, primero el pelo. No olvidó su música favorita. El olor de las velas le hacía imaginar la escena, nada de luz artificial, nada podría interrumpir este momento, aunque el resto del mundo se parara, ellos continuarían allí, de igual manera.

Sentada en la bañera en posición fetal, con el agua hasta el pecho, su espalda agradece este regalo. 

Con una jarra comenzó. Levantó su barbilla con un dedo, el agua caía por su cara, por sus ojos, por su pelo. 

Comienza a masajear la nuca con las yemas de sus dedos, caminando hacia la sien:

- ¡Dios! no soy capaz de abrir los ojos ahora.

No deja de recebar la bañera con agua caliente empapando s su cuerpo con ella, muy caliente, continuamente.

- Y él ¿no tiene frío? - se preguntó - ¿Estará desnudo ? 

Alargando la mano comprueba que es así, está desnudo, arrodillado junto de la bañera. Ella intenta corresponder a sus caricias: 

-         No, quieta, es tu regalo ¿qué tienes aquí? ¿un lunar?

Recoge su mano y la introduce en el agua de nuevo, mordisquea como un animal los lunares de su cuerpo, muerde oreja, muerde cabeza, muerde hasta llevarla al límite, no puede más en ese momento, debe parar, para continuar. 

Todo su bello se eriza aunque no tiene frío. 

Más agua para su pelo, su cabeza entre sus manos, desde la frente a la nuca, abarca todo hasta sus orejas. Estira, estira desde la raíz de su pelo, se para en las puntas y un tirón más:

- Uf, ¡mmm!

El cepillo le acaricia pelo y espalda a la vez, lento, vuelve a la frente, para bajar de nuevo y continuar. Al terminar el pelo, el cepillo continua con su masaje hacia abajo, en esa parte de su cuerpo que tanto le gusta, él sabe que le gusta, se lo dijo muchas veces. 

El agua caliente vuelve a caer sobre ella, no para, no dejará que se enfríe.

Es todo tan lento.

¿Qué pensará, que la noche no termina? 
¿ Qué tendrá en su cabeza? ¿Paró el reloj?

Poco a poco, despacio, desesperadamente despacio, frota sus hombros con sus grandes manos,  fuertes,  trabajadas, baja por su espalda.
   
Siente el frío de su pie, entrando por su izquierda en la bañera. 

Después a la derecha, el otro pie. Sentado en el filo de la bañera, desde esa altura, tiene acceso a todo su cuerpo. Está en sus manos, él tiene el poder.

¡ Qué maldito embaucador! 

Quería llegar a casa, cenar algo y descansar. Ahora estaba condenada a resistir, a continuar jugando toda la noche, al juego que más le gustaba en este mundo. 

Después de un baño así, no podría resistir.

El jabón hacía resbalar sus manos, bajaban despacio de la cabeza al cuello, los hombros y los brazos. Apretando. 

Decididas bajaban por su pecho, vientre, por su sexo. 

De largo pasan veloces, para llegar a sus piernas, sus tobillos, que ayuda más eficaz contra cualquier achaque, contra el cansancio, contra las lesiones del paso de los años. 

Palpita su coño fuerte, en ese momento. El calor del agua ya no le afecta, no se relaja, no aguanta más tanta tensión. 

Lleva mucho tiempo jugando, ha de terminar lo que empezó, empieza a desesperar y quiere salir del agua, quiere besarle, tocarle, abrazarle y como no, follar. 

Mientras tanto, él no tiene prisa, se desliza por la bañera metiéndose por debajo hasta subirla a su vientre. Es evidente,  la excitación es mutua, no es de piedra. Roza todo su cuerpo contra el de ella, estaba helado, fue un gran contraste, no tanto en fuerza como en calor.

- Tú también estas sufriendo amor.

Encogió las piernas para dejar espacio, sus  rodillas cayeron vencidas una a cada lado de la bañera. El agua empezaba a enfriarse. Se abre el grifo de agua caliente, muy caliente, casi quema. 

Lo primero que encuentra a su paso es el sexo de ella. El fuerte chorro cae sobre él y lo relaja, quema, que placer tan absoluto, volver a sentir el agua tan caliente. 

La bañera está perfecta. 

Apoyada en su pecho, por un momento no pensó en sexo, que no necesitan más. Él la abraza por detrás y la sube a su cuello, para que repose su cabeza en su hombro, mientras los dos se hunden un poco más en la bañera. 

El agua lo cubre todo, es un momento increíble.

Se quedó dormida y despertó cuando la movió para sacarla de allí. 

- Quiero besarlo ahora, si que quiero, ya no estoy cansada.

Mojada, caliente y de pié junto a la bañera, continua a su merced. Con aceite corporal frota su cuerpo, echa a un lado su pelo, lentamente todo, no hacer frío, no hay prisa. 

La espalda, el cuello, los brazos, desde el hombro, hasta la punta de los dedos de las manos. Apretando músculos con fuerza, puede abarcarlo todo.

Sigue bajando  y se desliza por el interior de mis muslos. 

- ¡Si, ahora si!

De pie, inmóvil, con los ojos cerrados: 

- Ya está bien, esto empieza a no tener gracia. ¡Quiero más!

La cubre con el albornoz, la abraza fuerte, su cuerpo es grande, acogedor, no es el albornoz vacío al que últimamente estoy acostumbrada. 

La lleva a la cama, la hunde bajo el nórdico. Una vez allí no podrá hacer otra cosa: 

- Estoy al límite. ¡Escúchame! 

No podía emitir palabra alguna, estaba tan relajada que no quería romper el ambiente, pero hablaba sola en pensamiento, como siempre. 

Boca abajo en la cama continúa el masaje, suben sus pulgares hacia su cuello, los hombros, las paletillas.

- ¡ Cómo aprieta! uf mmm duele ¡ah! mmmm hoy no podía ni mover el cuello, mmmm, sigue, ya me olvidé de mi desespero.

Baja por la columna, conquista todas mis vértebras. Baja y baja, y...

Se escapan sus manos, una por una  pierna y llega al pie, y se recrea. Hace con sus gemelos masa de pan, sube por el interior, despacio, desde la rodilla, el muslo, la ingle, y se para ahí:

Pasó su mano desde dentro hacia su vientre. Llegó el momento por fin. La abraza por detrás, une sus brazos desde la punta de los dedos, hombro con hombro, cuello con cuello. Besa en su mejilla, se acerca al y muy suavemente, le susurra:

-  Descansa, mañana será otro día amor.















3 comentarios:

  1. maravilloso,,,,,,,,, alimentemos la vida con momentos deliciosos........

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  2. VIEJO AMIGO!!! no me di cuenta, de que me comentas tantos años después, increible!!!

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