jueves, 24 de marzo de 2011

HABLATU

Háblame ahora. Nunca me hablas, solo quieres hacerme el amor. Todas tus palabras se encarrilan a lo mismo: fllar, ¿por qué no le pones la o? ¿qué tipo de diminutivo es ese? solo le falta la o.

Yo nunca pregunto. Tú nunca respondes. Necesito que me hables, ¿por qué no lo haces?

Esta noche, tendré que torturarte un rato a ver que me cuentas. 

Tumbado bocabajo, espera. Tiene miedo, es cobarde. No acierta a adivinar qué le tiene deparado esa mujer. Tiene tanta fuerza que desearía huir en ese momento.

Ella lubrica sus manos, las hidrata, se prepara. Su material, está listo.

Comienza la tortura.

Comienza por su oreja, la muerde, la refriega, muerde su cabeza, sus patillas, baja por su mejilla, él está bocabajo pero ella, consigue meter su boca,  poco a poco, entre la almohada y su cara. Hace que eleve su cabeza para hacerle sitio, y se funden en un beso. 

Al terminar, lo mira y le pregunta:


-¿Me hablarás esta noche? 
- ¿De qué? 

Siempre responde con otra pregunta.

            - De tus cosas,  de tu trabajo, de la muerte. Juegas mucho con la muerte, cada día, ¿no tienes miedo? Hablemos de mineralismo. El mineralismo es…

            -No hablemos ahora, hagamos el amor.

Continua como siempre, directo a su objetivo.

Te vas a enterar si hablas tú esta noche. Esta noche te haré cosas, que nunca podrás contar a tus amigos. Si, eso mismo que estás pensando. Masajea su espalda, apretando, deshaciendo nudos. 

- Estás tirante ¿mucho trabajo hoy?

Coloca cojines en su pecho, en sus piernas, en su vientre. Necesita hacer hueco a sus manos.

Baja por su espalda, un poco más, más, masajea, más… Nooo, ahí nooo ¿qué haces?

Mis manos continúan por el túnel de cojines  excavando poco a poco, como hacemos en la playa cuando hacemos agujeros para que no se desmorone todo.

Todo a su tiempo, no está receptivo aún…

Mi mano siguen, llegan a tu vientre, hasta tu pecho… ¡qué hondo es este túnel! llega a su boca. Ella le acerca un dedo, lo muerde. Lo humedece, bien… necesitaré esa humedad para lo que voy ha hacer.

El está excitado pero no lo suficiente. Ella tiene un arma secreta que no conoce, un pañuelo de seda negro, anudado en varios tramos. Está lubricado, escurridizo, cual anguila eléctrica. Comienza a pasar el pañuelo. Su mano está en su vientre, la otra… en su espalda.

Movimientos lentos van haciendo que corra el pañuelo. Sus nudos avisan del posible peligro. Y cuando menos se lo espera… nudo adentro.

Desconcierto. ¿Qué hace? Pero su boca guarda silencio. Podría pararla con una sola palabra, con una sola negación, pero no lo hace, quiere que continúe. Y ella…continúa.

Mientras una mano se ocupa de su sexo, la otra lo hace con su trasero.

Está cada vez más excitado, receptivo. Poco a poco…otro más. Y otro nudo y otro...

Es el momento de hablar. ¡! Háblame ¡! Habla te digo ¡!. Habla de tus cosas, de tu vida, qué te pasó hoy, quién fue tu primera novia, cómo se llamaba, tus mascotas, quiero conocerte…

No puede articular palabra, imposible. Ella lo voltea. Lo mira amenazante y continua con su plan. ¿Un beso? No… mejor un mordisco.
Demasiados jadeos. Le hace daño de verdad. Abre sus ojos mucho. Si,  se hizo daño el nene con la nena. No te preocupes que viene tu medicina, y de un plumazo a cabalgar.

¡Háblame, o pararé ahora mismo! No puede respirar pero no le queda más remedio… desde sus cromos favoritos, el color de sus cortinas, hasta lo que cenó ayer.

Y cuando todo parece llegar a su fin, y cree que no puede más, que es demasiado para él, que no puede aguantar más, que está a punto… entonces, un tirón lento, hace que su agonía dure aún infinito.

Lo siento trasto… tú tienes la culpa. Como dice la canción:

                “Por ser cobarrrdee, eeee, eeeeehhhh, mira lo que te has perdíoooo”

1 comentario: