sábado, 19 de marzo de 2011

HABLEMOS DE LOCOS


Hablemos de locos… no del edificio, no de la planta, ni del personal. Eso puede ser común en todos los sitios, pero los locos, son únicos.

Comía en casa con mis hijos, para volver antes del café, sin olvidar una parada en el super, para comprar gominolas. Hoy coca-colas, mañana fresones, moras, nubes, .... qué sorpresa para ellos. Tenían de todo, menos chuches y mecheros.

¡! Qué revuelo de locos por los pasillos ¡!

El mechero, por mucho que lo pidieron, no lo consiguieron de mi, yo era la cuerda, ¿recuerdas? No les podía conceder ese deseo. Se que solo querían fumar a escondidas, pero la planta ardió más de una vez. Ahora, encender, les encendía a escondidas de los celadores, todos los que me pedían.

Paseaba con mi hermano y saludaba, como saludan los políticos en la inauguración de una obra. Como una gran persona, una importante. Chocaba una y otra vez sus manos, a cada pasada por el pasillo, pero no se las llevaban vacías. Cada choque era una sorpresa.  Metía la mano en mi casco, bajaba con mi moto a verle, sacaba una gominola distinta. Que caras de alegría!! más que la de un niño castigado un mes sin chuches.

Recuerdo que era la única cuerda en el grupo de amigos. Salíamos juntos a pasear, cantábamos en el club, comíamos, reíamos, y fumábamos juntos.

Juan, saxofonista en su juventud, era un poco violento, con todos menos conmigo. Tenía que esconderme en mi paseo diario por el pasillo, para que no me viera. Si me pillaba, mi  castigo era bailar pasodobles durante horas. ¿ Tus sabes el aguante que tiene un loco con una cara bonita como la mía?. ¿ Tu sabes lo que duele el culo y los gemelos, bailando pasodobles?

Después, mi abogado de Graná. Su imagen me impacto, al entrar en planta. Poca estatura, corpulento, vientre abultado, cabeza y cuello, casi fusionados, sin forma.

Lo más impactante… un gran morado, en el cuello, con rozadura de sangre, rodeándolo en círculo. Parecía recién sacado de una película de terror, de esas de zombis. En realidad, lo era. Con su pijama de cuello de pico, no había lugar a esconder ese intento de suicidio.

Me contó, que no quería seguir viviendo, que no tenía ningún motivo. Sus padres murieron, no tenía hermanos, mujer ni hijos y no entendía por qué no le dejaban morir en paz. Tenía la espalda cosida a grapas de uno de sus intentos y decía, que no tenía valor para tirarse desde una terraza de un 8º, que le daba vértigo. Todo lo demás lo había intentado, pero algo fallaba siempre.

El último, la soga. Casi muere, pero llegaron a tiempo y lo graparon, lo curaron y a vivir. Decía, que tenía un cuerpo muy duro de matar, que si no ya lo habría conseguido. No es fácil matar a un humano, a un conejo si, ya te enseñaré yo, que aprendí de chica.

Luego había un loco de mi barrio, amigo de la infancia. Crónico. Le dejaban salir y entrar. Tenía todo lo blanco de los ojos fuera, los lados, arriba y abajo. Las drogas, lo llevaron al otro lado, y además era ya su familia aquella planta.

El siguiente, no recuerdo tampoco su nombre, se que su obsesión era que le llevara el periódico del día anterior a su llegada.  ¿Que habrá hecho ? pensé. Tenía miedo de su violencia, aunque su cara era dulce, ojos claros, pelo rubio y su gesto, muy cariñoso.

Cuando volvió del largo sueño, en el que los sumergen a todos los primeros días, y las primeras noches, me dijo:

- Consíguemelo, no es nada malo, el periódico, por favor, el periódico.

En mi trabajo, se guardan todos los periódicos y al final, el loco, logró convencerme. Busqué asustada y encontré la noticia. Mi querido amigo, entrañable y cariñoso, se había colocado una bata blanca, y se había metido en el maternal.  Una a una, había visitado a todas las madres, cogido a sus hijos y enseñado, cómo ponérselos en el pecho, como tranquilizarlos, y cómo cuidarlos.

De paso se hinchó de tocar tetas, el tío, pero las madres, aunque extrañadas por lo tarde de la visita del médico, no presentaron denuncia, porque en ningún momento se sintieron amenazadas, según decía el periódico, sino todo lo contrario. Les había transmitido mucha paz y tranquilidad.

El villano se convirtió en héroe por un día, no sabes como se pusieron sus amigos los locos y yo cuando vimos que no era un asesino, ni un violador ni nada de eso.

Él respiró tranquilo.

También, recuerdo  uno que si  que me daba miedo… dos metros de loco, con esquizofrenia total. Terminó su carrera y al poco, título en mano, enfermó. Este armario empotrao, de pronto sin venir a cuento, daba un alarido, que se asemejaba a una risa, pero que para nada era contagiosa, sino que nos cortaba a todos el alma en dos. ¡Que susto!

Había muchos más: una muchachilla que no quería comer, un crío con las muñecas llenas de cicatrices, profundas, como venas en sentido contrario, atravesadas en su piel.

Una mujer con posparto, otra que fumó demasiado cannabis. Hay gente especial, que no pueden fumar, otros fuman toda la vida y no les pasa nada, pero, nosotros no podemos.

Todos, con peticiones diarias; unas gominolas, unos cigarrillos, una revista ...


Recuerdo un día, que el abogado me pidió la internacional comunista, para cantarla.

En el salón los dos juntos, ¡!que emocionante! cantando a puño cerrado la internacional. Los celadores nos miraban intentando adivinar en que momento debían intervenir. Y se sorprendían de que no fuera yo la loca, sino la cuerda.

Que a gusto se quedo el personal de planta  cuando me fui!!  traía a todo el patio revolucionao. La cuerda todos los días a primera hora de la mañana aparecía, hasta que me echaban para dormir a la noche. Fue una experiencia fantástica, porque tuvo un final feliz. Mereció la pena, porque no volvimos nunca. Yo les dije que volvería, para visitarles, a ellos solos… pero falté a mi palabra, no pude regresar, era todo demasiado doloroso…

2 comentarios:

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  2. yo quizás lo esté sufriendo ahora, pero soy una loca feliz

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