Follar sin ganas es como beberse un vino que no se sabe si está “picao”. Abres la botella y lo primero que piensas es: “este vino no está bueno”. Pero le das el segundo sorbo para comprobar y ese te sabe un poco mejor, por lo que sigues bebiendo.
Cada sorbo de la copa es una sensación agridulce, ya no vas
con ganas a saborear, va a ver si está bueno o malo. Tu cara es parecida a la
de un chino comiendo limones, pero disimulando. La copa te ofrece una de cal
otra de arena, por lo que sigues bebiendo, intentando decidir si está o no
bueno. Así terminas la botella con un mal sabor de boca, y una sensación de que
tenías que haberla tirado al abrirla.
Lo mejor es un vino que abres, hueles y dices: ¡UFFF ESTE
VINO ESTÁ MALO!
Automáticamente va al fregadero incluido el sorbo que llevas
en la boca.
Y es que la gente no se lo curra, dispersa sus fuerzas aquí
y allí, y al final todo son vinos picaillos. Cualquiera de esos vinos, se
centra y se deja de tonterías, podría ser una buena botella, pero ¿qué hacemos?
Diversificar posibilidades, ofrecernos en varias mesas a ver quien cae.
Esto, con perdón del género masculino, a nosotras se nos da
bien, porque somos capaces de mantener varias conversaciones al mismo tiempo, y
si alguna vez se nos olvida alguien, les decimos sinceramente: “perdona, estaba
hablando con un amigo”.
Afrontamos las consecuencias de la verdad. Este sincero comentario,
puede hacer que el olvidado desista de hablar contigo o que se le abra las
ganas de seguir, sabiendo que hay competencia.
La sinceridad es abrumadora, si le dices aquello de “estaba
en la ducha”, “me llamaron por teléfono”… puede valer la primera vez, pero con
el tiempo, empiezas a preguntarte porque se ducha tanto este muchacho, o quien
lo llamará tanto por teléfono y piensas:
¡ME ABURRROOOOO!
Yo soy la Reina, ya lo he dicho, me aburro. No lo digo
abiertamente por no dañar, pero no me valen monosílabos, el “jajaja”, el “qué
bien”, ni ninguna respuesta que no necesite centrarse y razonar en lo que uno
está haciendo. Y si no se me conquista con la lengua, si no se me habla hasta
por los codos, si no me calla la boca con besos y palabras, la Reina no folla
sin ganas.
¡Que un polvo bien echao e mu cansao!
Entre palabra y palabra, un beso, verás que pronto aprendo.
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