¡Qué malo es enamorarse! Sobre todo si no eres correspondido.
Yo no corro riesgos ya, se desenamorarme. Además pongo
muchas barreras al amor, canicas en el camino, mierdas para pisar, charcos para
que salte el agua sucia y todo lo que está a mi alcance para que se aleje de
mí.
Elaboro una larga lista de defectos e inconvenientes que
supera siempre con creces a las tonterías que hacen que te enamores o no, que
normalmente son gestos sin importancia, movimientos del otro que te hacen
gracia. Todo lo hago por mi bien, claro, ahora soy muy egoísta.
Yo el amor, para mí no lo quiero. Es bonito verlo en
películas, en otras parejas que se adoran y se hacen arrumacos públicamente,
que se demuestran a diario el enamoramiento gritando a los cuatro vientos que
su media naranja es perfecta.
Guardan en un saco negro cosido a mano todo lo malo que van
encontrando.
Todo eso es muy bonito, pero yo, a pesar de ser
correspondida, como creo he sido, no lo quiero. Además me cuesta mucho amar. Así
por las buenas no te quiero y cuando lo hago, empiezan a alinearse los planetas
del universo y el karma se pone en mi contra. Entonces todo se va a la mierda,
por lo que viene la fase de sufrimiento por el amor perdido. Desenamorarse
vamos.
Yo sufro mucho por dentro aunque luego me calce mis tacones
y muestre mi indiferencia al resto del mundo.
Yo me enamoré del primero, aunque ahora no me hable, lo
entiendo. Tiene miedo de que si le hablo le intente comer la boca de nuevo,
porque yo quiero para siempre y lo sabe.
Aunque yo soy inofensiva una vez supero la fase de
desenamoramiento, el temor siempre queda en los demás.
Sabe que si habláramos nos faltaría tiempo para contarnos
todas las cosas que nos pasaron, y se perdería una tarde preciosa que se puede
utilizar en otros menesteres.
Yo lo entiendo y por eso, a pesar de mis reproches, lo
conservo entre mis amores.
Él fue mi “teacher”.
La segunda vez que me enamoré no pudo ser, pero se intentó
de veras. Tampoco me habla si no le pregunto, pero sabemos ambos que si hay que
romper piernas el uno por el otro, saldremos de cualquier callejón oscuro con
el bate en la mano.
Se que siempre podré contar con él mientras viva, mientras
vivamos ambos podremos. Yo estaré a la altura el día que me necesite, es un ser
grande y lo será siempre, lo quiero también para siempre. Aunque tampoco ha de
temer, no le volveré a comer la boca.
A la tercera no fue tampoco la vencida, pero seguimos hablando
a diario, seguimos diciéndonos siempre que nos queremos y nada ni nadie podrá
evitar eso. Creo.
Ya no nos ansiamos, ocurrió de forma natural el cambio. Somos
amigos casi familia, nuestros sentimientos son más profundos y nuestras
conversaciones nada guarras pero muy bonitas.
Aquí sigo, espero que no venga la cuarta, que enamorarse
tres veces en dos años ya es bastante. Procuraré evitarlo con mi encierro en
casa, con mis quehaceres y mis agendas repletas de estudios, bailes, trabajo y
amigos.
Llevo mi collar de piel de tortuga, por si alguien quiere
tirarme rallos amorosos, de momento me defiendo como puedo de los ataques de
los guerreros que quieren hacer de mí su esclava.
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