jueves, 21 de marzo de 2013

SUS PIÑOS



Descuidamos su educación en lo referente a su higiene bucal cuando más falta les hace. De pequeños estamos todos pendientes, en casa y en los colegios. Nos empeñamos en enseñarles a ponerse los piños como los chorros de oro a pesar de que para ellos es una experiencia casi traumática, el frío de la pasta por las mañanas. No digamos nada de las pastillas que ponen la boca roja.

Pero ¿qué pasa cuando crecen y se hacen adolescentes? Que entran en el instituto y se nos pierden. Ya son mayores y no nos escuchan, son muy listos y no lo necesitan.

Es el momento donde te rindes con muchas cosas: que coman verduras, que se lleven el bocata… Nos conformamos con que no se droguen y que de vez en cuando acudan a clase.

¿Qué te importan los dientes ya ni pollas?

¿Quién sufre esta decadencia educacional? Los profesores del instituto que aguantan una larga jornada laboral, en aulas donde se corta el aire. Las ratas, perdón “rastas” se convierten en pequeñas Torres de Babel, donde el único idioma es el de la sangre que se extrae directamente de la base del cabello churro, escondiéndose de peinas y otros líquidos aniquiladores de la especie.

Huelen bocas, drakes, sobacos y zapatillas, porque nunca huelen los pies, no, son las zapatillas.

Yo he vuelto a la infancia, a los años de guardería. Los pongo en fila a todos, a los mayores con los huevos-coño negros también. Y les miro los dientes, y les pido que me echen el aliento.

¡Que me lo agradezcan las chicas y chicos que besen mañana!

En el interdental, ese gran desconocido, pretendo iniciarlos cuando tengan edad de votar.

¡ESO SI, CON LA PASTA DE DIENTES SON UNOS ARTISTAS!

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