Yo si no se quiere casar conmigo, pues que no, que ni lo
intento.
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Hola ¿Cómo te llamas? ¿Te quieres casar conmigo?
Así, en ese orden, sin dudar, con toda la naturalidad del
mundo.
Si empieza a contarme problemas de su vida, o me habla de su
ex, o me pregunta cuales son mis gustos y aficiones… ya hemos terminado de
hablar, seguro que me está buscando peguillas.
Porque cada pregunta, es una pregunta trampa. Yo no respondo
porque sé que todo lo que diga será utilizado en mi contra.
Hay que tomar ejemplo de los jóvenes solteros. No se paran
en tantas tonterías, seguro que han tenido más relaciones amorosas que
nosotros, pero no le dan tantas vueltas a la vida. Se gustan y viven. No
necesitan que la otra persona cumpla una serie de requisitos, que además con el
paso de los años es una lista cada vez más larga.
Así, los interrogatorios a los que nos sometemos los
solteros cuarentones en la primera cita, hace que esto sea aburridísimo.
No quiero citas, ni conocer a nadie, ni interrogatorios, ni
más candidaturas olímpicas.
Con lo fácil que es vigilar a la vecina que te gusta, sacar
el perro cuando ella lo saca y que le digas cuatro patochadas y acabes
casándote con ella. No plantearse si
buscabas amor o sexo, si relaciones estables y duraderas, nada. Las preguntas
que no pasen más allá de:
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¿Qué edad tiene tu perro?
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