miércoles, 6 de abril de 2011

amm

Caminando con paso decidido entra en el Centro Comercial…

Planta, tacón, planta, tacón ....  suena su música en su cabeza.

Mueve su cuerpo a ritmo. Contonea sus caderas, flamenca como su música.

Es alta, pero además le gusta alzarse tacón del nueve flamenco  y caminar con la pierna estirada, planta, tacón...  despacio, en equilibrio… planta... tacón, tacón, tacón, lo busca.

No, aquí no está. Continúa. Planta, tacón...

Sin despegar el tacón del suelo golpea con la planta varias veces.

No es él, continúa.

Aparece en la boca de su pasillo, sin previo aviso, planta, tacón, tacón, tacón... tacón.

Ajeno, continúa con su trabajo. Tacón, tacón... no la escucha, no la ve mirarle. Un leve movimiento al estante de la izquierda, su imagen penetra en su retina décimas de segundo, pero su cerebro no es capaz de asimilar.

Tacón, tacón, tacón,  él escucha el sonido de su tacón, pero…

Su cerebro vuelve a descartar, no es importante y continúa trabajando. Camina un poco más, más cerca, más… 

Hasta que le habla:

            - Señor, Don reponedor- él vuelve la mirada-¿puede usted ayudarme, por favor?

Sus ojos se encuentran por primera vez.

Ahí está, esa mirada de sorpresa gitana, es específica de su raza, nosotros tenemos otras miradas para sorprendernos. Seguido mira a los lados, nadie más en el pasillo, se asusta, están las cámaras de seguridad, ella pasa tras de él, muy cerca, muy despacio, a su espalda, cerca de su cuello, puede olerlo… 

Él puede sentirla y sus piernas, tiemblan.

Nunca podía imaginar que esta mujer, que amenazó con hacerlo hace un año, en una conversación, ejecute sus intenciones tal y como le describió.

-¿Puede ayudarme, con este champú?

¡Qué cara, qué mala !

Recuerda aquel día que se enfadó y amenazó con coger un bote de champú y apretarlo para vengarse de él, para que se escurrieran las viejas y que se liara un lío gordo.

Con el bote entre sus manos, le apunta, con cara traviesa. Lo mira, arquea las cejas y hace el gesto de apretar. Él sonríe suplicante, asustado y vocaliza, pero si volumen, como hablaban de forma habitual, para no despertar a los padres que dormían.

- No, ¿que haces? No 

Movía los ojos a los lados, buscando testigos. Ella sonríe mucho, nerviosa, no tiene nada que perder, lo está robando.

Pasa por su espalda de nuevo, lo roza despacio, contoneándose flamenca. ¡ Está tan cerca! El carro no deja espacio ¿o si? y al pasar por su lado, un suspiro fuerte en su cuello. Él lleva el pelo recogido, está trabajando.

Siente la calidez de su aire, imagina como sería su boca. Ella continúa su camino de espaldas. La mira, ¡que espalda! ¡menudo final!.

Recuerda aquel día que le contó entre risas (nada sensual ni sexual, lo contaba como un descubrimiento de una niña chica) que había aprendido a mover cada glúteo de forma independiente. Como los tíos cachas de gimnasio mueven el pecho... espera… ¿qué hace? Se para al final del pasillo. Lo está haciendo… nunca lo vio, solo imaginó.

¡Menudo bicho de mujer! nadie lo aprecia pero su pantalón elástico deja ver perfectamente el guiño de su trasero.

Desaparece “¿donde está? miedo me da”… La espera, no vuelve. No puede reprimir su curiosidad. Sale del pasillo en la dirección que tomó y a la vuelta topa de frente con ella. Lo esperaba.

¿Por qué esa cara de sorpresa gitano? ¿no leíste que ocurriría esto? Ah…  pero del escrito al hecho, va un trecho. ..

Sabes que te asustaré, sabes que sucumbirás a la tentación de buscarme… pero no sabes como ni cuando me encontrarás.


Sus cuerpos de frente, muy cerca, en el tropiezo. Sus caras se relajan, su respiración… se encuentra, se vuelve lenta, difícil… Cerca, muy cerca.

Podría hacer como dijo, acusarlo de querer propasarse. A quien creerían  ¿a una señora elegante, seria,  o a un simple reponedor joven e impulsivo?  ¿Una mujer respetable o un gitano espabilao?

“¿Cómo? ¿Qué no se puede comer en el Centro Comercial? Mira.”

Alarga la mano con mirada amenazante, retadora. Está junto a la estantería de las fresas.

“Cuando a mi me apetece algo, a ver quién es el guapo que me regaña. Quién me lo impide… “

Fresa en mano, se la acerca a la boca sin dejar de mirarlo. Despacio, la muerde un poco. El jugo salta, está muy madura. Colorea sus labios, su lengua… el interior de su boca….No le gustan las fresas, pero esta se la comería a pachas.

Una fresa mordida es sensual. Su interior es sexual, nadie se fija en esos detalles, muerde una fresa y mírala. Un plátano noooo, es ordinario comerse un plátano, de hecho todos lo hacemos avergonzados si nos miran. Un plátano recuerda... eso, lo que nos recuerda a todos; una fresa, recuerda siempre una boca, una boca roja, jugosa, húmeda. Mmmmmm ¡como me gustan las fresas y las naranjas con azucar!

El jugo cae por sus labios. Lo atrapa con su lengua, rápido, para que no caiga del todo y la manche. Ayuda con un dedo que relame también.

Uffffff, ¿soplas? estás muy excitado ¿ya? solo me comí una fresa…
¿ya tienes problemas con tu pantalón? ¿que pasará cuando te baile?...

Voltea y se va. Él la mira de lejos, de cerca, vuelve, se va…

¡Dios! esta mujer coquetea con otros compañeros. Consulta también en el pasillo de los colocaos mientras lo mira de reojo, a lo lejos, sonríe pendiente de él. Vuelve…

En tu relato, aquella noche, me ponías un papel en mi bolsillo del pantalón, decía: “sígueme” y me robabas del centro, no se bien donde, ni como terminó.

¡Vuelve a meter el papel en mi bolsillo!  ¡Vuelveeeeeee !

C O N T I N U A R Á ......



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