martes, 19 de abril de 2011

EXHAUSTOS

Quién dijo que la ruta estaba controlá. Quién dijo que llegar al refugio era fácil.

Exhaustos, sin comida y derritiendo la nieve para beber ....

Llegaron equipados con todos los pijoteríos del mundo, raquetas, botas ... poco a poco habían ido tirando lo prescindible, poco a poco el mejor equipo se volvía en su contra, pesaban las botas, se rompían sus raquetas y al final un rastro de material, un dineral.

No pudieron tirarle a él… era un amigo, aunque en varias ocasiones lo pensaron, lo hablaron e incluso lo intentaron. Pero los gritos desesperados de kike, se les clavaba en la sien y en el alma y volvían a por él. Una y otra vez…

Sus narices peladas, sus labios ensangrentados, secos, sus dedos morados, sus orejas insensibles y caminando… hacia alguna parte. El guía, el que más fuerza tenía, no podía rendirse, él no. Tenía que llevarlos sanos y salvos. Era su responsabilidad.

De pronto, divisaron a lo lejos humo de una hoguera ¿entre la nieve? ¿Un fuego? Aceleraron el paso, poco a poco, lento, aceleraron lo que las fuerzas les permitían, lento muy lento.

Conforme su retina alcanzaba a ver, euforia y alegríaaa, el refugio, ¡! Siii ¡! Salvaron la vida por fin. Abrazos, llantos, gritos desesperados. Se aferraban a la vida, sin decir a los demás como temían perderla. La vieron cerca, cada noche la muerte dormía con ellos. Acurrucados unos junto a otros, no acertaban a adivinar quien despertaría con un cadáver al lado.

Todos a salvo, todos bien, menos él… Gritaba de dolor todo el tiempo y cuando no gritaba, gemía inconsciente como viejo moribundo en el asilo. Terminal.

Al llegar gritaban a voces para que alguien saliera en su ayuda. Estaba habitado el refugio, el humo salía con fuerza, la hoguera estaba atizada. Nadie salió a su encuentro.

Al empujar una puerta, estaba abierta, les sorprendió. Pero la euforia les invadió de pronto. Abrazos, llantos de emoción, besos en la boca, de amor, entre dos. Con dolor, por las heridas, pero con esperanza por poder continuar amándose para siempre.

Sobre la mesa, comida. Pan fresco recién hecho. En la chimenea, una parrilla de carne, con dos chuletas. La cama hecha, todo meticulosamente ordenado, como si pudiera disponer de todo el tiempo del mundo. Sus libros organizados, documentos sobre una mesa, un mapa, una brújula, un camino a seguir. El baño impecable. El albornoz húmedo. Zapatillas de estar en casa, al lado de la cama, colocadas.

¿Donde estará? pensaron. Solo unos segundos después el hambre les hizo encontrar pronto la alacena, cargada de víveres. A cocinar, a comer, a vivir, volver a vivir…

Un botiquín completo, con todo tipo de cosas para curar. Ordenado, con notas y manual. Parecía que lo dejaron para ellos. Para cualquiera que encontrara el refugio en apuros.

Tal fue su euforia que olvidaron a kike en la calle, gimiendo. Un grito les alertó de ello y salieron todos a por él. Le contaron que estaban salvados, que todo había terminado, que por fin llegaron al refugio. Él sonreía sin ganas, con la poca esperanza que le quedaba pero no dejaba de gemir. Sus botas, habían hecho un cuerpo con sus pies y sabía que eso tendría un buen final, para todos menos para él.

“Quitarme esto por favor… mis pies… los pies. No los siento, no los siento.  Ahhh!! No, no, no, no toques ni no me las quites, déjalas, nooo”

Hicieron de tripas corazón y sortearon, quien debía ocuparse. Pero el guía, el mayor, dijo:  “no,  he de ser yo… vosotros traer el botiquín”.

En el botiquín, una ampolla de cristal, con instrucciones. “Anestésico: puede producir la pérdida parcial o total de la conciencia o de los recuerdos. En concentraciones suficientes evitan temporalmente la sensibilidad en el lugar del cuerpo de su administración. Su efecto impide de forma transitoria y perceptible, la conducción del impulso eléctrico por las membranas de los nervios y el músculo localizadas, temporales o parciales. Las contraindicaciones son .....”

“Venga kike, pa dentro, que te vas a poner bien”.

Pasado un rato, el valor ¡hay que tener el valor! Y el guía lo sacó de donde no lo tenía. Teniendo en cuenta que le tocó llevar a estos chavales, siendo tan solo cuatro años mayor, este guía, en su familia era el benjamín. Bajó la cremallera de la bota solo hasta la mitad, no podía más. Con un bisturí, recortó el resto y comenzó a abrir. Sonaba como cuando abres un embase a medio descongelar, para cocinarte unas verduras. No olía a nada, estaba totalmente conservado.

Un tirón, un sonido seco, como de leña rajada. Como cuando robábamos tirajitos para la lumbre de los árboles. Todos, un pellizco, abrazos, quejíos comunitarios.

Un vómito, en la puerta, un llanto. Dios, no querían estar en su lugar, se alegraban que fuera a él y no a ellos. Al quitar la bota hasta hueso se podía ver. Ningún dedo por supuesto, es lo de menos, pero la planta, pelada de músculos y los tendones a la vista.

      “¡Suero, venga, suero calentito. Vamos todos al trabajo, antes de que despierte!”.

Mientras unos se encargaban de este horror, el guía, el fuerte, el niño, lo hacía con la otra bota. Esta vez, peor aún. Su imagen estaba tan reciente. No pensaba “a ver que pasa” sino “esto es lo que va a pasar”. Que asco, que fuerte, que dolor reflejado en la cara de kike, que no estaba del todo dormido. Pero no tenía fuerzas para gritar, ni gemir.

Otra vez todos con el otro pie, los dos por igual. Alguien tiró las botas a la nieve, con fuerza con coraje, con terror de ver lo que dentro quedó.

      “Ya está, ya está… saldrás adelante. No te preocupes. Tus pies están bien. Podrás     hacer lo que hacías antes kikeee, mira, te has quitao un número de pie ¿no decías que tenías un numero difícil? El cuarenta y seis. Pues ahora veras. Jajaja, venga kike”.

Risas para camuflar el llanto y el horror. Kike sonríe complaciente, para evitar mas dolor y también balbucea bromas. Claro, ahora verás en la playa, jajja un número. ¡Eso si que va a ese un número! Voy a parecer un mutante nadando por el mar. Como en la peli... dicho esto, se durmió. Durmió varios días. Sus compañeros, le acercaban comida y agua en pequeños sorbos y seguía durmiendo. Pero todo iba bien. Su piel comenzaba a regenerar, poco a poco. Ayudado por el botiquín que les aconsejó antibióticos y unas curas muy sencillas. Poco a poco se recuperará.

Mientras, las horas pasaban despacio. Momentos alegres, preocupados. No tenían ninguna forma de avisar. Solo esperaban la vuelta del morador de aquel refugio. Pero nunca lo hizo ¿que pasaría con él?

Poco a poco la nieve se retiró y comenzaron a recuperar las esperanzas. Ya la comida escaseaba, eran un grupo numeroso. Debían intentar la vuelta a casa.

Una noche, cuando planeaban su vuelta con mapas y material del refugio, escucharon un grito atronador, escalofriante, un grito de muerte. Un animal, no os preocupéis será un animal.

Hasta ese momento, se escuchaban muchos sonidos en el bosque. Nuestros amantes, en más de una ocasión, volvían blancos de sus incursiones en el bosque. No por la falta de fuerzas y la entrega. Si no por sonidos que ellos decían no haber escuchado en ninguna de sus rutas ni acampadas, que eran muchas desde niños.

Era como si algo o alguien escuchara sus planes de huida y se preparara para el ataque. O como si alguien que hasta el momento estaba hibernando, despertara ante el olor a carne fresca.

Continuaron con sus planes. Eligieron a dos valientes, el guía por supuesto era uno de  ellos. Instrucciones para los que quedaban. Racionamiento del agua, conseguir comida extra. Todo controlado.

Se despedían de ellos en el interior de la cabaña con un buen desayuno. Fuerzas para la ruta, decían. Va a salir todo bien.

Al abrir la puerta, despistados, sus caras chocaron de frente con algo pestilente. Todos se echaron la mano a la boca. Su olor invadió la estancia como si de una bomba nuclear se tratara. Una bomba de olor a muerte. Colgaban del quicio de la puerta, unas botas devoradas en parte. De ellas salía ese olor y también algo blanco que se movía al unísono…

Eran.... ¡¡las botas de kike!! O lo que quedaba de ellas. La carne putrefacta colgaba de los agujeros hechos por mordiscos de un animal. Los gusanos caían al suelo ante sus ojos. ¿quién colgó eso ahí?


Cerraron corriendo, dos de ellos apuntalaron con sus cuerpos. Los demás gritaban. De nuevo el pánico les invadió. Pasaron las horas. Volvió la noche y después el día. Mil conjeturas, ocho mil posibilidades, mil por cada uno. Ninguna racional. ¿ donde estaba el habitante de esa casa? ¿por qué salió cuando llegaron? ¿quién colgó las botas?

Se envalentonaron y abrieron la puerta aquella mañana, despacio. Tenían que hacerlo, ya casi no les quedaba comida ni agua. El miedo les atenazaba. Poco a poco el haz de luz de la puerta, comenzó a abrir y un sol resplandeciente les llenó de esperanza sus almas. No había nada. Más conjeturas, sería la imaginación, sería ... no se. No estaban y todos comenzaron a olvidar, ayudados por el hambre que les perseguía más que los fantasmas…

CONTINUARA EN ..... BUEN PROBECHO 

2 comentarios:

  1. sombrero de pajasábado, 04 junio, 2011

    Waaaa!
    escalofriante, iva a seguir lellendo pero... mejor lo dejo para mañana...
    madremia que yuyu!
    me da cosilla saber lo que pasara
    xD

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  2. muy chulooo esta interesante y tó¡

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