sábado, 13 de agosto de 2011

DEMASIADOS FRENTES ABIERTOS

No puedo tener tantos frentes abiertos, el blog, el grupo M.I.L., mis hijos, el trabajo, la casa, la familia, los amigos, la familia vasca, el flamenco...

Imposible. Una amiga psicóloga infantil, me dijo, "piensa hasta donde puedes llegar". Simplificando, resumiendo, y centrando un poco mi vida y mi seso, he decidido que la novela se publicará en el blog, y que si algún día va al papel todo esto, pues bien, será como un remix. Cada año, o cada Mes, o cada lo que queramos...al papel. Fascículos de la lengua, coleccionables mensuales, no se, ideas que vuelan vuelan en mi cabeza, que no dan un puñetero duro, pero si muchos quebraderos.


CAPITULO I

NERVIOSAS EN LA ESTACIÓN.-

Salieron de madrugada, esperaban la ciudad desierta y en su lugar gente que volvía de la marcha se encontraban con la sorpresa de verlas. Bueno digamos mejor de verla, a ella y a una desconocida. Porque eso soy para todos, alguien misterioso que nunca vieron por la ciudad, aunque vivía aquí, en su torre de marfil.

Explicaciones que quitaban tiempo y un borracho sin tabaco.

“¿Me das un cigarro?”

Todos, uno dos, tres cuatro.

A esas horas de la noche, todo estaba cerrado y ese material bien lo habrían pagado. Más de lo estipulado, estafado. No está borracho.

La novia agradecida y sorprendida.

“Te lo compro- dice- te doy cien euros”.

Si quieres te lo doy, me dejas tres o cuatro, pero no hay dinero en el mundo que pueda pagarlo. Mi paquete de tabaco… Vamos a esperar a un amigo y estaremos esperando ¿sin tabaco? ¿Estás loco? sin tabaco no aguantamos.

Nerviosas en la estación, por fin estaban en el andén correcto. Casi cruzan las vías por la boca de acceso subterránea buscando un número que no era, nerviosas las dos. Una más que la otra, una… mucho más. Habían hecho el camino hasta allí en coche, de noche, con nervios y risas. Y mucha, mucha reflexión:

“Mari, mira que si vamos y no nos gustamos.”

“No nena, que la cam desmejora, que luego es mejor.”

“Si nena, pero mira que si yo, doy muy bien por la cam y en persona decepciono.”

“No nena, ¡tú como vas a decepcionar si estás buenísima”, si ya te he dicho mil veces que porque soy hetero que si no.”

“Mari, pero mira que si luego es un gilipollas…”

“Pues para eso estoy yo, para espantarlo. Aunque se que no va a dormir ni una noche en mi casa, pero bueno. Si es un asesino en serie, o un gilipollas, pues ya nos apañamos para montarlo en un tren de vuelta en un par de días.”

… así discurría la conversación, hasta llegar a la Estación. Dio tiempo para un café en la puerta, llegaron una hora de antelación. Quedaron casi dos horas antes. Paciencia infinita de esta amiga, que le decía:

“Como si hay que irse un día antes, pero tranquilicas y le vas perdiendo el miedo al coche. Es una prueba más, para que le pierdas el miedo.”

“Si, pero es que yo de noche y por una carretera que no conozco, si la conociera…”

Conversaciones banales se mezclaban con otras muy profundas. Sobre el derecho al amor, sobre las dificultades que debían afrontar sobre la incomprensión de la gente que nunca se ha enamorado por Internet, sobre quién tenía la culpa de este lío…

“Tú, ves si no te pones a escribir un blog!!”

“Perdona, chica, que yo no tenía ni idea, tú fuiste la que pegaste el palmotazo en la mesa y me dijiste aquello de: “QUIERES HACER EL FAVOR DE HACER UN BLOG”

“Bueno si, llevas razón” – decía, mientras se ponía la punta del dedo en los labios, y miraba hacia arriba pensando que si, que es verdad, que del comienzo de todo, si, si lo es, la culpable total y absoluta era ella. Ella.

Eso es lo que hay. Porque si no, esta mujer seguiría enviando correos a sus amigos, sin utilizar el Facebook jamás, y dando el coñazo por el Messenger a una única amiga. Que era ella, o sea que si, yo tengo la culpa.

Una vez terminado el café, y tras una larga conversación con el camarero, que además tenía acento del norte, donde le preguntamos cada vez que llegaba un tren, si era el nuestro, a lo que nos contestaba que tren venía, de donde y todas las paradas hasta llegar allí, para tranquilizarnos y que continuáramos esperando.

Tras el café, una visita al servicio y a esperar. Quedaban pocos minutos, los nervios ya se dejaban ver demasiado. Una con nervios de amiga, más por su amiga que por el chico, la otra nervios de amor, aunque insegura, ella ya sabía que se había enamorado de un vasco un pelín loco o un mucho, que hablaba demasiado y la hacía reír. Tanto arte y salero como cualquier andaluz.

De pronto da un salto:

“Nena, que me he puesto el mono del revés.”

Llevaba uno de esos monos de cuerpo entero de verano, palabra de honor, que no se sabe bien donde está el derecho ni el revés.

“Si no se nota nena, si no se notaaaa. ¡No te largues ahora que viene el tren!.”

“Si hombre”- y se fue.

Luego dice esta mujer que yo estoy mal…. Si viene el tren y se baja el vasco, ¿qué hago?

“Mira, perdona, la chica se lo ha pensado mejor, y dice que te montes y sigas hasta Málaga …espera un momento, en realidad es que la chica tiene la pata de palo, y viene lenta, pero ya viene, ya viene… así mil combinaciones por minuto, ¡que largos esos dos minutos! mira que si se baja el vasco...”

Ya vuelve, sonriente y satisfecha.

“¿Te habrás quedado a gusto no?”

Sonríe para pedir perdón y al mismo tiempo confirma que no podía ser, que estaba del revés, que anda que si se da cuenta. Si claro, toda la estación lo estaba pensando: esa lleva el mono del revés.

Últimas consignas: “Yo primero que para eso soy la amiga, y no me voy a quedar mirando como le comes la boca, con lo necesitaica que estoy.”

“No Mari, que tu no sabes lo que va a pasar, que a lo mejor nos vemos y nos damos dos besos y ya está. “

“¡Ja!, va a ser uno, y muy incómodo para que lo presencie yo esperando el mío.”

Así fue, una luz a lo lejos… redonda y muy brillante. Comentarios como: “¿eso que es? ¿El tren?” “Pues claro, ¡que va a ser Dios!: Una luz que viene por una vía ¡es el tren!, jajaja no va a ser la luz divina…”

Pasa la máquina, les saludamos, para que se ría y alivie sus nervios, saludamos a todos los primeros vagones, por si está dentro y nos ve. Y por fin…se para el tren.

Bajan algunos viajeros de los primeros vagones, pero como en toda historia que se precie, él… se baja a lo lejos. Pone un pie en el suelo y ella dice:

“¡Es él!”

“¿Quien?”- Dice la amiga.

“¡Corre nena!”

“¡Pero dime quien es!, a ver si me voy a tirar corriendo y no lo es.”

“Es él, es él…” repite con seguridad. La amiga pega una voz, para que le de vergüenza nada más pisar tierra andaluza. Ya se lo había avisado en conversaciones por el Facebook,

“Te voy a dejar avergonzaico. Te vas a querer montar en el tren para que no te mire la gente.”

Carrerillas simpáticas por ambas partes, para encontrarse: Uno en chanclas, cargado con piedras en la mochila, como todo buen vasco. La otra, toda loca y sin pudor: Nada le dio vergüenza en la vida, ¡había hecho tantas y tan gordas! que una voz en una Estación casi vacía no era nada.

Un abracito y un besico de perdiz. Segundos bastaron. Y al retirarse la amiga, por fin, aparece ella ante sus ojos, no la de la cam, ella… La morisca, la gitana, la gitana para su gitanito vasco. Se miran los dos suplicando un beso, con sonrisa de oreja a oreja… y llegó el ansiado abrazo y su beso, largo, ¡sin presentaciones ni hostias que llevaban mucho esperando!

Pero antes de salir de la estación, deja enlaces de su blog. En papel, en el servicio, alguien allí lo encontró.

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