domingo, 21 de agosto de 2011

LA PECERA

Ir y venir en un abrir y cerrar de ojos.

Era un sitio muy especial, el ambiente animaba a la lujuria. Sin agua en el servicio, sin aire, sin respiración estaban todos. No paraban de fluir pensamientos, sus ojos se movían demasiado deprisa. No escuchó el consejo de siempre, “frena Aitor,  frena”, esta vez le dieron otro. “tienes que resumir”.  Frenar lleva a la inmovilización, resumir te hace ir aún más deprisa y resaltar en negrita solo las cosas importantes.

Él si que estaba preso de sus pensamientos. Había alimentado el monstruo con muchas letras, imágenes y sonidos. Escritores mediocres y buenos, músicos, pintores, frikis… todo.  Podía opinar de todo, porque todo se lo había comido su cerebro. Si, eso es muy interesante para escuchar millones de años, para vacilar con las chicas, para reventar a los listillos, pero… ¿ y tú? Te olvidas de ti. A ti te da igual que los demás no sepan, ya lo sabes tú. A regañadientes me hablaste de ti y muy poco.

Yo no soy inteligente, soy lista, escondo mis aristas, me escondo en mi arista, no puedo mostrarme entera porque daría miedo. Ya doy mucho miedo así, cuando más si me mostrara como tú. No leo, yo no terminé el libro del Rober, no me remueve, no lo leo. Mi memoria es fotográfica y selectiva, pero tiene un límite de bits,  yo lo se, y conreo mi espacio para no dejar nada fuera y para dejar un poquito de espacio a la imaginación. A lo que no ocurrió, a lo que jamás ocurrirá… o si.

Su cerebro iba tan deprisa como sus labios, ella ya no lo escuchaba. Solo pensaba en la forma de callarlo, de tranquilizarlo, de hacerle ver que aunque a otro nivel bastante inferior ella tenía la respuesta a su bloqueo, a su inconformismo. Seguro que sacaba todas las letras que tenía, y hacía un disco satisfactorio para todos… pero no para él.

Yo también tengo un sobre lleno de cosas buenas, pero que ya están desactualizados, ya no quiero contar eso, ya solo quiero buscar nuevas letras, nuevas experiencias, nuevas de verdad. ¿Ciudades y gentes nuevas? si, vale, pero al final es el mismo guión.

Sudando no se puede escuchar cuando solo piensas en escapar.

Se acercó despacio, en un momento en que se dirigió a sus ojos. Lo inmovilizó. Ya lo había hecho antes con otras personas, pero esta vez estaba tan cerca. Los demás hablaban y hablaban, ellos se miraban. Podía imaginar, que en ese momento el de máxima grandilocuencia, me acercaba a su frente, le retirara el pelo, intentando ver si tiene fiebre, y le comería la boca entera, para que se callara. Sentir su lengua, con mi lengua. Lenguas rápidas, con reflejos.

Y en lugar de eso, hombro con hombro mirando al camarero, le rozo el brazo con un dedo. Y le di mi consejo. Uno como tantos, no se si es el bueno. A mi me sirve, para seguir cuerdo, cuerda. Para poder contar experiencias no pensamientos.

Cuantas experiencias olvidadas, quizás nos faltó tiempo, quizás el ambiente no era el adecuado, calor, calor, humedad, sudor, cerveza caliente… quizás otro día devuelvas la visita, a nuestra terraza con aspersores, Caipiriñas, y sillones. No somos nada románticos, no somos amigos del camarero, no en los demás, en ese momento.

PD: Un día me preguntaron, “¿puedes hacer una novela de esto?”, pues claro nene, no ves que voy resumiendo, pero si quieres te describo cada hecho, se me escaparía algo, pero, no sería cierto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario