lunes, 29 de agosto de 2011

SOBREACTUANDO

Una amiga sobreactuada, intentando captar su atención, pavoneándose como todas, solo buscaba tu imagen, tu diferencia ¿para qué? Para poder seguir pavoneándose con su medallita en la mano.

Mientras, ella seguía observando, seguía resumiendo, pero esta vez algo la empezó a calentar. No eran sus ojos, aunque si lo eran, los abría de vez en cuando, mostraba su blanco. Los movía en micromovimientos y sobre todo era incapaz de fijarlos dos segundos sobre los de ella. Ella daba mucho miedo. Ella y sus pensamientos.

“¡¿Tanto miedo doy dragón?! … ¡Tanto miedo!”

O quizás tienes mejor comida… o quizás no pretendas mascarla, escupirla, antes de tragarla. Porque hay que comer diario, aunque sea una fruta de hotel sobreactuada.

Este tomate no tiene prisa, ya no necesita agua, está acostumbrado a la sequía y al sol de su huerta, pero no quiere decir que a nadie le amargue un dulce. Me dejaré comer siempre y cuando yo sea libre de cogerte o dejarte, de liarte, de fumarte; siempre y cuando tú seas libre de escaparte, de esconderte, siempre y para siempre,¡déjate llevar y vente a mi cama! estoy caliente, a mi seso, haz el amor a mi mente, cuerpo y mente, no hay alma, se la vendí al demonio una mañana.

Por fin llegaron a un lugar seguro, lejos de la sobreactuadora, oscuro, tranquilo, de pié sobre la barra, habla que te habla, ya muestran sus armas. Toca la frente de ella y a traición la besa, sonríe,¡tú si que sabes! no me lo esperaba y me haces tu presa de un beso, de un rápido robado, correspondido por un beso lento. De un pequeño susurro de lengua, un mordisquito de labio na más.

Ahora si se miran esos ojos, ahora si respiran rápido esos pulmones, ahora si se pellizca su estómago y ahora si están calientes… sus sesos, sexos, dolor de cabeza y de huevos.

“¿Otra vez a complicarme la vida?” Pensó.

Necesito que empiece el curso, la rutina, el invierno, mis clases de flamenco, que termine este verano, este infierno. Este verano loco donde todo es tan irreal. Necesito salir de este libro tan real y volver a mi realidad, cerrar tantas tonterías y dedicarme a lo mío. A ser madre trabajadora y limpiadora.

Pero él la mira allí atento, tímido y perdido como ella, sorprendido de que alguien lo comprenda, pero solo desde la perspectiva de un igual o parecido.

A él le sorprende la reacción de la gente ante sus letras, porque para él también eran cosas que escribía de forma inconsciente, o conscientemente y a posta para provocar la realidad, fantasías o realidades ¡que más da!.

Reconocía que no tenía ningún mérito y que lo único especial es que la gente al leerlo se ponía a llorar, a reír, a emocionarse con solo líneas negras que forman letras, que forman sílabas y palabras… algunas con faltas.

Se complicó de nuevo, acercó su boca y su cuerpo, mordió la manzana, lanzó su lengua de cacería. Besaba como si le fuera la vida.

Discreción sobre todo, estaba en un sitio público, tanta sensibilidad que se erizaba hasta el vello púbico. El más difícil de todos, entre sus piernas, sus brazos, los pelos de su cogote, los de la oreja, los de al lado. Sobre todo con aquel abrazo, aquel que dejaba su aliento en mi cuello, el mío en su pecho.

Sin palabras, sin mediar una sola caricia más, le cogió de la mano y le acompañó a casa.

“Si cruzamos palabras nos contaremos las penas, van muchas este año, mejor nos contamos las buenas, las risas, las borracheras, los amigos y viajes que también ocurrieron, olvidarnos de las llamadas y mensajes de amenaza”.

Sentía pudor incluso de cogerle de la mano, pero ya decidió salir de la torre de marfil y debería enfrentarse al miedo de encontrase a alguien, el miedo a que no la comprendieran. Ya todo le daba igual.

Apenas si cruzaron unas sílabas, empanados de caricias en la mano, estirones para conseguir que ella se acercara, recelos de su nueva situación.

Un pequeño toque en su vientre, un apretón de su sexo contra su cadera, todo bullía, poco a poco, como cuando pones el caldo a fuego lento, con burbujitas pequeñas, nada de borbotones ni ebulliciones.

Abre la casa y al entrar sube el fuego de la olla de golpe, se acaban los miramientos ¡son adultos y libres! a nadie hacen mal acompañando juntos sus soledades. Rodeados de amigo, se sentían solos en momentos y esto era el último complemento, el momento esperado todo el día, el de verlo, hablarle y preguntarle: “¿que tal te fue el día?”,
¿Cómo te salió esto o lo otro? ¿Por qué ese cabreo?, propuesta de solución, por si te sirve. Eso, no era fácil, mucha gente vivía en pareja, durante toda la vida y no lo tenía. Ellos si, lo conseguirían, lo consiguieron desde el primer momento.

Sus cuerpos se aprietan, sus caricias y abrazos, rápidos, apretón de cuerpos, calentón de sexos y de repente, lento… lento de nuevo, como si se dieran cuenta de pronto que están juntos por primera vez.

Ella lo acompaña hasta el apartamento, le ofrece una copa, mientras, prepara un buen ambiente, todo sin prisas, él… la mira. Le cuenta tonterías y le ofrece la mejor de sus sonrisas.

La noche había sido intensa, sudor en las terrazas, calor en los antros donde él la llevaba, y sobre todo un calor abrasador que caía sobre la ciudad, le hizo solicitar permiso para una ducha.

“¿Si?¿me esperarás?¿O saldrás corriendo? aún estás a tiempo” le dice mientras le ofrece su boca de nuevo.

“No se si podré resistir, lo intento”

No pudo resistirse, mientras ella se duchaba, se desnudó para compartir el agua. Y frente a su espejo, grande a todo lo largo, los dos cuerpos actuando.

Descolocó la regadera, la abrazó mientras la frotaba, peinaba su pelo con agua, estiraba las puntas en su espalda con la mano libre que recorría su cuerpo y sus bocas se fundieron en mil besos, lentos, apasionados, otra vez lentos, mordisqueados.

Ella tiene sus manos libres, acaricia su pelo, estira sus melenas aún secas, su nuca, su cuello y comienza a morder su pecho. Mientras, sus diestras manos, recorren su cuerpo, aprietan sus glúteos y sus adentros y al mismo tiempo, su sexo contra su vientre, contra su sexo. “Si… estírate en la bañera y sigue recebando de agua mi cuerpo, mientras con mi lengua marca tu figura, tus salientes y tus adentros, tus músculos y glándulas, tu ombligo” ¡ah! un mordisco.

Y busco tu mirada ¡no dejes de mirarme! no esperabas nada, pero el agua se mezcla con mi saliva y tus fluidos, con tu sexo, mis labios, mi lengua mis dientes, tu…

“¡Nenaaa! ¡nenaa!” dices de nuevo de nuevo “mmmm ay nena, nena… ay”.

“¿Desarmado mi soldado?”


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