En el mundo hay dos
tipos de personas, las que piensan en su avío y las otras.
Ganamos nosotras, me
explico. Las personas que de forma inconsciente están controlando a
todo el mundo, que por la mañana hacen bocadillos para unos, peinan
los pelos flotantes de otros, por WhatsApp regañan, median en
discusiones, arropan en los malos ratos, quedan para tomar unas cañas
con los que más lo necesitan, cosen espalderas para la que necesita
sacar las “tetas fuera”, buscan furgonetas, tiran tabiques y
levantan otros aunque solo sea ya en su imaginación porque no hay
tiempo para más; las que de camino al trabajo descambian zapatillas y un
anillo de compromiso, llegan antes al curro para irse
después porque todo el mundo se mueve a su alrededor muy deprisa,
pidiéndole cosas y encima ella es feliz...
Estas personas que
no les queda tiempo para secarse el pelo por la mañana, que solo se
duchan y se cambian de bragas, al final no tienen que buscar su avío,
todos los demás, esos moscardones cariñosos que revolotean, la
visten de princesa, la maquillan y hacen labor de hada
madrina múltiple.
Tú puedes elegir,
si vas a tu apaño, al final todo el mundo se cansa de escucharte, de
que siempre hables de ti, de tu problema y tus dolencias. Al final,
estás solo cuando se te tuerce la pata, solo cuando necesitas algo,
solo, con tu avío bien organizada, con tus cosas bien revisadas, tu
vestimenta impecable, esperando que pase algo.
A mí, uno me quita
los mocos, voy caminando por la calle y el viento me peina, y mi
Ángel peluquero me piropea y cuando llega un
viernes, todos como abejas a la miel o como moscas a la mierda, nos
apegamos un rato y nos damos amor a puñaos.
Si prefieres ir a tu
avío, aléjate de mis entretelas, yo solo sirvo para proveer a los
que me rodean, que a mí Dios me dará, o lo que es lo mismo, la
gente que devuelve el doble y a mí nunca me falta de na.
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