Cada día me importa
menos donde acaben mis hijos, debo ser una mala madre integral.
Recuerdo cuando se fue el primero a Córdoba, ¡madre mía! me picaba
el cuerpo, literal. Le costaba a mi sangre circular por mis venas, no
estaba tranquila en ningún sitio y como siempre, me dio por hacer
obra.
Después se fue a
Úbeda, menos mal, ya estaba más cerca, y finalmente a Granada.
Quién me iba a decir que posiblemente el que termine en Barcelona
fuera él, al parecer hay mucho futuro en mi tierra para un ebanista
titulado, y su chica, curiosamente es de Barcelona.
Estoy feliz de verlo
feliz, aunque no lo vea.
Hablamos cada día
más profundamente de nuestras cosas, cada día estoy más orgullosa
de él y más tranquila de que llegue por fin el momento de
abandonarlo.
Es así, a los hijos
hay que abandonarlos, como lo hacen todas las madres animalas de la
naturaleza. Nunca se desarrollarán como personas si no los
abandonas, ahora bien, estoy muy contenta de abandonarlos con una
profesión que adoran y que los hará libres.
Esta mañana hablaba
con Lanqui, ha terminado por fin, se presenta a final de mes para
continuar con su carrera por contemporáneo, esta vez en Sevilla.
Estudiar contrabajo no es estudiar, es simplemente hacer lo que le
encanta, adora esa actividad, imagina como será su vida cuando pueda
desarrollarse profesionalmente haciendo lo que adora.
Los dos primeros que
abandono, no van mal encaminados, una era la niña más feliz de todo
el conservatorio cuando le hacían palmas los padres y el otro tenía todavía pañal y ya clavaba puntas; ha respirado mucho barniz en el taller de los
titos, lo lleva en la sangre, es un ebanista de vocación y titulado.
El año que viene terminará su especialidad de Amueblamiento Industrial y lleva ya de la Escuela de Artes de Úbeda su título de
Ebanistería Artística.
Sigo picando alto y lejos,
les pido ya para el año siguiente del siguiente, como cuando cumplen
los años ya les pongo otro más. Deseo, y mis deseos son órdenes para ellos que para eso soy su Reina, que sean maestro de
carpinteros y maestra de músicos, que sigan creciendo, que aprenda
catalán e inglés, que se muden a Barcelona o Australia, que se haga
luthier o artista, que sean mil cosas que lo hagan libres
económicamente y que ningún patrón pueda explotarlos.
Después los
abandonaré, porque para eso soy una madre de las antiguas, de las que gritan y sacan la zapatilla de paño, de las que sermonean hasta que se duermen en toda mi cara.
Me
quedo con mi hombre haciendo el amor. Nos acompañaremos
hasta morir si mi Dios y el suyo quieren, y los retoños que vuelen
lejos y alto, que para eso están las nuevas tecnologías para comunicarnos con el más allá a diario.
Ellos no lo saben,
pero a los cuatro les mando un wasap todos los días, los llamo por su nombre tres veces, invocando su espíritu con cualquier excusa y todos los días
todos tienen que preguntar que pasa, aunque su madre le diga:
- ¡NA!
NOTA: cuando los abandone a los cuatro, bailaré al ritmo de esta musiaquilla, saltando a contratiempo con una pierna y un brazo, completamente arrítmico, y con una sonrisa de oreja a oreja, de felicidad, de satisfacción y de descanso.
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