Se bajó del tren y no había nadie. No tuvo valor de esperarla a cara descubierta. Desde lo alto de la estación dos ojos la miraban, buscaban su reacción, su poder resolutivo del que tanto hacía gala.
Ella esperaba, miraba el reloj. Pensó que algo le había ocurrido. Imágenes fijas en su retina, sentada, de pie, preguntando, esperando, de risas con otros viajeros; nada de miedo, temeraria en una gran ciudad, ciudadana del mundo y loca deambuladora por la estación.
Y se va a hablar con el músico y pasa un buen rato y terminan con un abrazo, dos dragones buscándose la vida para tener un sitio donde caerse muertos.
Sin hotel, sin guía, sin miedo y con una gran sonrisa. Estira sus hombros, hincha su pecho y abre su maleta. Se pone sus zapatos de la suerte, con tacón del 9, azules, flamencos y dice: “ya está, solucionao, me monto en ellos y a salir”.
Sale de la estación, coge un taxi, él la sigue en otro. ¡Cobarde!
La deja en un hotelito del centro. Con dinero todo tiene solución.
Y la espera vigilante durante horas. ¡Anda que llama la orgullosa! Con lo fácil que hubiera sido tirar de móvil. No, es así, si no quiere… no quiero.
Pasea por la ciudad, se bebe el aire, estirá. No quiere que todo se quede en eso, una visita turística, pero solo así quedará por su puñetera cabezonería. ¿O por tu cobardía, no? nunca nos podremos de acuerdo. Ni en los relatos.
Él la sigue, se disuelven sus huesos cuando mueve sus caderas, se disuelve su alma cuando habla con los transeúntes y se gira y me mira y sonríe, pero no pudo reconocerme… ¿o si?
Camina por un parque cercano al hotel, despacio, cada vez más despacio, para que la coja, se agacha a coger un papel ¡Como se agacha esta mujer, parece como si se sintiera observada!.
Su espalda, su cuello, su pelo, su olor, cada vez estoy más cerca, es una atracción demoníaca, es una persona con manto, con imán.
No es bella, para nada, solo una mujer normal, pero se mete en los huesos de cualquiera con sus gestos, sus miradas.
Observo la presión de mis pantalones, sujeto mis piernas a duras penas, me saco la camiseta por fuera para esconder mi excitación ¿amigos? ¡Imposible con esta mujer! tiene claro que los amigos solo son para hombres dueños de otras amigas. Jamás le faltaría el respeto a nadie, conocida o no… pero libre tú, libre yo; como decían en aquella serie de humor: tú, puta y yo, en pelota …
Imposible con ella, ¿círculo vicioso o amoroso?
El vicio no es su debilidad, es muy fuerte; controló todas las adicciones que le ofreció la vida, todas y cada una de ellas. Imposible hacerla esclava a esta mujer, si no es con amor.
Despistado la sigue, gira en aquel seto y de pronto se para en seco, choque por detrás, ¡que vehículo más torpe! la trampa de esta amantis fue tal y como planificó… perfecta. Su presa, tú, tontorrón ¿qué pensabas que no te veía seguirme?
“Ay perdón” – se vuelve a mirar, lo descubre. – “¿te parece de caballero ? Cobarde.”
Avergonzado pide disculpas, mientras ella le come la boca con la mirada.
“¿Ahora que? ¿Doy susto al nene?”.
“Si, mucho”.
“No te preocupes, si yo se donde está mi hotel. Mañana vuelvo a casa y aquí no ha pasado nada, de verdad”.
“Vale, así será, pero antes ¿Hablamos?”
“Si claro, de amigos, de ciberamigos ¿si?”
Toda la tarde de risas, de anécdotas de vida, en el parque, en un café, en el museo, en una iglesia… turista con guía autóctono, ¿se puede pedir más?
Y al caer la noche, llega el momento de la separación. Ella le pidió que no le acompañara que podía volver a la estación sola. Él accedió.
En la puerta del hotel, abrazo largo.
“¿No me sueltas?”
“No”
“¿Y eso?”
“No puedo, estoy a mil, mira el pulso, se me sale la sangre por los ojos, ¿que tienes nena? ”
“¿yo? Tú, ¡que eres un salido!, con lo natural que soy yo. Si te he tratao como a un chiquillo, igual que a un amigo, como una madre, de hecho, soy madre, igualico”.
Él estaba acostumbrado a conquistar, fácil. Chicas más jóvenes, más perfectas, con sesos semivacíos y otras incluso perfectas, guapas por fuera y guapas por dentro. Mucha fruta de hotel, algún que otro tomate, pero verde aún. Ella con su cuerpo mutilado por los embarazos y su piel… esa piel no tenía desperdicio, con sus pelillos en las piernas, pero ninguna aspereza. Sin pelillos en la lengua, risas y ordinarieces juntas. ¡Que mala combinación para sujetar las feromonas!.
Y se ponen serios,
y se miran los labios
y se muerden sujetándolos
y se rozan,
y se acercan,
y se huelen,
y se besan.
Beso lento, flamenco, beso de bailarina del vientre, beso que se revuelve sucio, deseoso y vuelve. Vuelve y vuelve la calma y la paz al beso. Y se esconden y se meten en el ascensor solos, vuelve y vuelve el deseo. El deseo los hace presos, presos sin condena ni delito, aunque un poquito, solo un poquito, luego te dejo solito, para que duermas tranquilo.
Aparezco y desaparezco, como los ojos del Guadiana y cada vez que me veas, verás mi agua, la que sana, la que cura tus heridas. El agua fresca de la mañana. Sorpresa y alegría de la sed saciada.
Y ya están solos en el cuarto y ya no hay escapatoria y se dan el uno al otro sin prisas en una noria de subidas de tensión y relajación lenta, de sonrisas e insultos, de abrazos y arrebatos, de empujones en el metro… en un metro cuadrado.
Y se beben el sudor y se besan las axilas y se muerden las orejas y se comen todas las chichas. Mordisquitos y cosquillas, chupetones y lametones.
No necesitan ni cama, ni sillón, ni espacio, solo dejarse llevar, esta noche se están amando y mañana ¡Dios dirá! El mañana está lejano y si esta noche me muero y si en una curva derrapo, eso lo viví tantas veces que no pienso en funerales ni bodas, en decisiones o dudas, solo en vivir al día, esta noche eres mía.
Y al despertar no está, no hay nota ni na.
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