Se acerca el nueve de junio, cinco años ya desde la
liberación de la Lengua. Antes de esa fecha, yo era otra, mucho mejor persona.
Nadie podía decir de mí que era mala, ahora sí, tengo un claro enemigo. Soy mala, en todos los sentidos, es la verdad, soy de lo peor para según quien me valore.
Miro solo por mis hijos y eso se hace
sabiendo bien a quien defiendes y de quién. No se mira al enemigo, no es mi problema sus
problemas. Mis objetivos están claros:
Mis hijos, después yo.
Mis hijos, después yo.
Me duele el brazo izquierdo, seguro que es una mala postura,
porque del corazón aunque alquien tenga esperanzas de que me falle, no me voy a morir. No me infarto
yo, que va. Que vivo muy tranquila y duermo muy bien.
Me voy a andar, que últimamente la goma de mis bragas
marcaba mi culo, y eso no puede ser por muy apretada que esté esa goma, mi culo
ganaba. Ya empieza a dominarla otra vez.
Me duele la cabeza, está por venirme la regla. Son dos cosas
distintas, una es de la puñetera primavera y el mar de olivos de mi tierra y la
otra, una bendición del cielo, porque anda que si no me viene, mala señal, ya
estaré más cerca de la muerte, porque preñada imposible.
He tenido una vida buena. Antes del nueve de junio de dos
mil diez, no tenía ni móvil, ni face, ni tiempo para leer, ni tiempo para
escribir, ni tiempo para pensar.
Era muy feliz por eso, porque no pensaba.
No desayunaba en el trabajo por no gastar, no me compraba
ropa, no iba a la peluquería, no me tomaba ni una caña, ni con los compañeros
de trabajo ni con nadie, era lo que se dice un chollazo.
Aportaba un buen
salario a casa, pero no llegábamos al día quince. No teníamos ayuda para
limpiar la casa tampoco, pero eso era fantástico, me ayudaba a no pensar.
¿Qué me hacía a mí tan feliz?
Los niños, los míos y los
otros, que es como llamo yo a mis casihijos. En estos días veo las cintas de video que les grabé y las risas que arrancan me hacen ver que fueron mi escudo, mi tabla de salvación, mi bandera y mi guía.
El día que crezcan, no pienso
buscar pareja, los buscaré a ellos. A mis hijos no, porque ya no serán niños y
no voy a ser una madre coñazo de esas que no te quitas de encima ni con
cuarenta, no.
Siempre me quedarán los otros.
Hasta ayer decía que buscaría pareja, dentro de cinco años y
diez meses justos. Ahora me doy cuenta, que cuando nada tenía, los tenía a
ellos, que son lo más auténtico que nos da la madre naturaleza. Luego después cuando
crecen algunos se tuercen, pero de chicos los niños como los perrillos todos
son bonicos.
Además, supongo que algún disléxico quedará en el mundo y también supongo que su madre verdadera no rechazará la ayuda de una experta.
LVM
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