Porque a las seis estaba en Renfe, recogiendo a una muchacha
y su contrabajo, a las siete comprando en Mercadona.
Me olvidé las compresas, el papel aluminio, el higiénico y la pasta de dientes.
A las ocho en el conservatorio, a las nueve con las cenas,
acabo de fregar los platos, la pintura está terminada, la ropa doblada, gracias
a la ayuda de todos que me vieron desesperar.
Los gatos comidos y la chichilla perdida por la casa. La arena
limpia y la basura en la puerta.
Mañana plantaré un árbol y le pondré una pipeta a mi
perrilla para que no se le suban las garrapatas. Llevaré sobras a mi Vacarris y
quizás me tome un respiro.
Y yo, feliz de ver todo en su lugar y poder contarlo.
Nadie puede sobrevivir con las migajas que me quedan, por
eso, pues casi que no, pero no sé. Ningún amante aguantaría tanto tiempo sin
mis mimos directos, menos si los conoce, porque son mimos de los buenos.
Solo puedo despertar a un bello durmiente, haciéndole reír
para que no se enfade.
Yo me dejo llevar por la vida y que siga metiéndome caña.
Solo por mi culpa o gracias a mí. Todo por mi culpa.
Porque así pasan mis días, los que van formando las horas, con sus minutos y segundos, compuestos con
cien suspiros de un asmático.
Porque así me gusta que el tiempo se me eche encima y así
soy feliz ahora, sin nada más que contar.
Y cuando pase el tiempo y ya me quede menos, pues a lo mejor
cerca de la muerte, puede que mis migajas sean mendrugos de pan de ayer,
sentadito pero rico. Entonces diré:
¡Coño! ¿Por qué no?
Nota: me he vuelto a perder el capítulo de la serie que
quería empezar a ver.
LVM
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