miércoles, 22 de junio de 2011

ES ÉL

Amanece. No puedo dormir. Camino por la playa desierta, sin rumbo y sin pensamientos. Me siento, pienso. Ahora camino de nuevo. Mis pies sobre la arena mojada refrescan mis recuerdos. Muchos buenos, otros tristes, la mayoría olvidados.

No vuelvo atrás, sigo caminando y salto un muro que da a un pequeño puerto pesquero. Este pueblecito vive del turismo, pero siguen pescando en la bajura para ayudar a la economía familiar. Como mi padre siembra sus patatas que vienen por el módico precio de sudor y agua.

Una señora remienda unas redes:

- ¿Tan temprano?-  le pregunto.

Hablamos unas cuantas palabras limpias y tiernas. Le sorprende de mi interés.

A lo lejos, una barquita con ocupante. Al pasar por su lado levanta la mirada.

¡Es él!

- ¿Qué haces por aquí marinero? – me mira con cara de sorpresa. Pero continúa la conversación.

- Salgo a faenar un poco, antes de que el sol me abrase. ¿Nos conocemos?

Como le gusta el juego a este hombre, intenta hacerme creer que ya no se acuerda de mí.

Conversamos, ya en el agua. Me enseña sus quehaceres ¿Cómo puede tener tanta destreza? ¿lo aprendería en Australia?

Poco a poco la conversación se vuelve sin sentido y un gran círculo comienza a cerrarse a su alrededor. Se cierra, se cierra, solo puedo ver ya su cara, su boca. Solo puedo ver sus labios.

Se percata y comienza a contagiarse de mi excitación. Entre sus explicaciones sin sentido, ya hace tiempo que perdí el hilo, no entiendo nada. Nuestros cuerpos se acercan en la pequeña embarcación.

Sigue adiestrándome en las artes pesqueras y solo recibe mis monosílabos. Con mi mano en su hombro, atiendo lo que puedo. Mala alumna,  atractivo profesor. Acerco mi nariz a su cara, lo huelo.

Si, es él.

No es un marinero corriente, huele a nena y a sal. He de comprobar si ese olor a salitre es también sabor. Saco mi lengua, discretamente, como el que roba en un supermercado y lo pruebo.

Me mira, ya no habla. Respira en mi cara.

¡Cuanta timidez!

Don marinero, ni que fuera una desconocida para usted. Sigue hablando. Pruebo su cara de nuevo.
Me mira y sonrío. No se hable más. Se acercan las bocas deseosas, pero mi lengua piensa:

- ¿A qué sabrán estos labios? ¿a qué huele un beso tuyo, marinero?

Dejaré mis ojos bien abiertos para poder percibir tu imagen, mientras mi lengua se encarga de recoger la otra muestra, la del sabor de tus labios.

Inmóvil, se deja hacer. Mi lengua recorre sus labios, primero por fuera, después por dentro. Dejas cerrada la boca para dificultar mi entrada. Siento como se abren tus labios al paso de mi lengua.

¿A qué sabe? Ni idea.

Se a lo que no sabe, no sabe a amanecer, a boca mal cuidada, a alcohol, a tabaco, bueno a eso un poco. Es un chico joven y sano el que lleva esta boca. Lo se.

Al bajar de la barca, nos acicalamos la ropa y nos despidimos cariñosamente.

- Nos llamamos luego ¿vale?

- Perdona, mira, pero, ¿si no me das tu móvil?

¡Qué gracioso! como si no supiera yo que aún no lo has borrado.

Se aleja, se contonea, tiene falta de sueño y exceso de ejercicio mañanero.

¿Un café? Si. Necesita un café pero ya.

Sigue caminando un rato, mirando a todas partes. Buscando una tabernilla abierta, de esa que está llena de hombres, solo hombres del mar.

Encuentra por fin el lugar, cortinas de verano para las moscas, de esas que suenan al pasar, como avisador de clientes natural. En la barra, hombres barbudos de pelo canoso, como los protagonistas de las poesías marineras. Y detrás de la barra.

¡Él!

- ¿Pluriempleado? - Le pregunto.

Me mira con sorpresa, como si no supiera a lo que me refiero. Se hace el despistado. Un buscavidas, no para quieto, hay que sobrevivir a esta puñetera crisis, currando en mil sitios, sin que se caigan sus anillos.

Conversamos, risas y complicidad. Me conoces bastante ya, pero no me cuentas nada de lo vivido, ¿esa es tu fantasía ahora?

- ¿Que hiciste con la barca? Te dejé hace solo unos momentos y ahora estás aquí.

- ¿Nos conocemos?

Siempre tan juguetón este hombre.

-¿El servicio?

Me da la llave y me indica. No puedo abrir, ¿que pasa? me mira desde detrás de la barra y viene en mi ayuda. Mientras abre con facilidad, ya no puedo resistir tu espalda. Ancha insinuante y le aprieto desde detrás. Me miras, me muestra de nuevo su cara de sorpresa.  Y los dos dentro.

La barra sola y los pocos clientes, que son amigos, se hacen cargo y dejan el local.

Besos, rápidos con pasión. Ya dejamos la dulzura en la barca.¡Que calor en ese baño tan pequeño!. Está muy limpio, pocas chicas entran en este tugurio. Ese día, un ángel azul se metió de repente en mi boca. Los pechos se desnudan en segundos, mucho calor, sudor, bálsamo perfecto, lubricante para la refriega entre estos dos amantes.Elástico del chándal, el pantalón al suelo con tirar del cordón. Bajó de peso desde la última vez que nos vimos. Tus manos en mi sexo, las mías en el tuyo. Humedad y sal.  El biquini. Fuera.

Abrazada al lavabo, abrazado tú a mí. Comienza la lucha de sexos. Levanto la mirada hacia el espejo. ¿quién es ese? Vuelvo la cabeza. Menos mal es él, por unos segundos, se reflejaba otro rostro en el espejo.

Al salir, despedida corta, varios clientes esperaban en el bar.

- Ya nos vemos otro día.

- Estaré por aquí.

- Volveré.

La playa está ya caliente. Ya no está desierta,los niños juegan a los castillos.  Huelo a sexo. Un remojón y para casa. En la tele, siempre lo mismo, me aburre tanto ahora, tantos meses sin verla que ahora, me resulta una extraña. Antes, me acompañaba en mi soledad, siempre puesta. Ahora, cambio de canal una y otra vez, buscando algo que me llene.

Me aburro, no puedo dormir, esta noche... voy comprar algo de prensa. Al llegar vi una zona de restaurantes y tiendas de regalos. Una revista o periódico, alguna ganga de kiosco... no sé, quizás un cafelillo calentito para sudar más el salitre. Un kiosco de edificio, de esos que tienen una gran persiana que deja todas las tripas fuera, de los que sacan a la acera los productos. Un pequeño mostrado, y detrás ...

¿Otra vez tu?, ¡! Es él!!

- Pero bueno hombre... ¿tú cuando descansas?

Arruga las cejas, abre los agujeros de su nariz, cierra los labios en u invertida, guiña casi un ojo y me mira en transversal con desconfianza. No hay tiempo a más desconfianza, me encantan las chuches y en un momento, trasteo en las estanterías de detrás del mostrador. Te vuelves. Que poco espacio queda para tus movimientos. Alzo un brazo, quiero conseguir un bote, pero no llego.

“¿Me lo alcanzas?”
“Pídame lo que necesite, señora, yo se lo facilito, pero ...” – no le dejo terminar.

¿Lo que necesite ? que chico tan servicial.

Me vuelvo en seco, sin darle tiempo a coger el bote.

“Necesito que cierres, que se va el fresquito. Además, pocos clientes se acercarán a estas horas, todos duermen su siesta”.

“¿si?, ¿eso piensa usted señora? ¿no perderé una caja importante?”- Ataque mordedura.

Los dos a la vez, muerden sus labios, el de abajo y todo está dicho. En segundos, recogido y cerrado el portón. Comienzan los movimientos lentos. El movimiento inmóvil. Toque de barbilla y cejaa hacia arriba, sutil, mínima. Suben la música ambiental, para evitar que se aireen sus propios sonidos. Y se lanzan de cabeza a la pasión.

Abrazos y susurros...

“Sabía que me seguirías donde fuera, pero que harías por verme a cada momento… no me lo podía imaginar. Trabajar todo el día y en lo que sea, solo por estar cerca, solo por pagar un albergue juvenil. Si tú tendrás esa tarjeta joven que tanto añoro”

Respiración jadeante, parece mentira. Como si fuera el primero del día. Nunca se sacian el uno del otro, por igual de ansiosos.

Ese pequeño vestido de playa .. fino, corto, rápido... fuera el tanga. ¿tanga?

“¿Que pasa cuando te agachas o cuando te sientas?

“Pues que no se ven las bragas. ¡claro, como se van a ver! No me regañes chinche, deja que pasen envidia”.

Y de un manojo al culo me sube al mostrador. Sin parar de besarnos, energía vital de nuestros encuentros. Demasiados altos para mi gusto. No alcanzo a tu sexo. Refriego el mío contra tu vientre ¡Que remedio! Me aburro, quiero más. Recuerdas, mi palabra favorita, mejor fosforita del Día de la E... “MÁS”. Mi segunda mucho, porque la junto con más.... MUCHO MÁS.

“Ssch, ssch, sschhh, .. no, no, mmm sschhhss ansiosa.”

“¿Ansiosa yo? A que te como... un ojo. Mira. Chupetazo de ojo”. Risas... insultos.

“Marrana, ahh, salivajo ... ¿ a que te insulto yo?... ¿ataque taco?”

Mientras tanto, un viejo golpea la persiana.

“¿Cuándo van a abrir? ¡Joven!... luego dicen que los negocios van mal, si abre cuando le da la gana, ¿no pone 24 horas?. Crisis, crisis, de todo tiene la culpa la crisis... si es que los españoles y sobre todo los andaluces, no tienen formalidad....”

Se hace de noche, camino hacia casa con mis revistas. Esperando el regaño

- Niña ¿donde te metes?


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