sábado, 28 de mayo de 2011

MI CERDA BACARISA

Al releerlo, he querido cambiar cosas, pero me han dado una idea para mantener la esencia de lo escrito hace ya casi doce años. Llamadas que deberéis leer, como queráis, osea, como os de la real de la gana. El texto entero, las llamadas por separado, vais y venís, como queráis. Hay va…


SEGUIRAN PASANDO LOS AÑOS POR MI CUERPO: MI CERDA BACARISA
de mi libro POR SI ME MATO OTRA VEZ.

Pasaron los años y fui creciendo en la casa que tenían mis padres en Viladecabals, provincia de Barcelona. No os he contado que nosotros también fuimos emigrantes, de los que salieron del pueblo para trabajar en las fábricas y colonizar ciudades que crecían alrededor de las fábricas, contaminando los cuerpos y las almas de polución y nostalgia.

Entonces fue cuando conocí a Bacarisa. Su mamá se tumbó sobre ella sin querer y le reventó todas las tripas, pero mi madre, que le daba lástima el animalico, le metió las tripas dentro y la cosió. (ver 1)

Nos dejó que la cuidáramos pero nos dijo que posiblemente se moriría. Le dábamos el bibi delante de la estufa de gas en una manta y sorprendentemente… Bacarisa no murió.

Mi madre, que nunca había querido que tuviéramos perros, ni cobayas ni ninguna otra mascota, no le quedó más remedio que dejar que conserváramos a Bacarisa:

Si había sobrevivido al aplastamiento y posteriormente a nuestros cuidados, ¿Quién era ella para negarle un hogar? – pensó.

Para mi, Bacarisa no era una mascota, era una amiga, la hermana que siempre desee. Corríamos juntas por el campo, paseábamos por el parque, yo la llamaba:

“Bacarisa ven” y Bacarisa venía.

Esta relación terminó cuando mi madre me contó que Bacarisa había encontrado un novio y que se tenía que ir a vivir con él. Más tarde me enteré que había alcanzado el peso para ir al matadero (2), pero ya era demasiado tarde para mi cerda Bacarisa.

Después de esta experiencia traumática, mi vida con las gallinas, conejos y otros animales ya no fue lo mismo y sobre todo no podía ver a un cerdo sin parar de llorar, no se si fue este u otro motivo lo que nos decidió a regresar para el pueblo.

(1) Siempre fue un ejemplo mi cerda Bacarisa, porque años después, la que tiró las tripas fuera fui yo. Dos partos múltiples son muchos para mantener las tripas dentro del cuerpo. Cuando me cosieron un agujerito, mi madre me explicaba... “¿Te acuerdas de Bacarisa?, cuando la cosí, solo tenía un puntillo, pero por ahí, se salían todas las tripas como si fuera una roseta al explotar. Fui metiendo poco a poco, poco a poco, por aquel agujerillo y un puntillo y a vivir. Pues eso es lo que te han hecho a ti, “jamia”, como a la cerda Bacarisa”.

(2) Estoy buscando en mi libro una cosa, pero no la encuentro y os la recuento. ¿como alcanzaban los cerdos el peso en mi casa? ¿con pienso? .. ¿si?. Si, pero además también les echaban todo aquello que había que tirar. Y ¿donde tenía mi padre un amigo? En una fábrica de pastelitos. ¿recordáis? Los tigretones, la pantera rosa, ... todos aquellos?. ¿si? ¡¡FURGONETAS LLENAS DE PASTELITOS CADUCAOS !! Abrías mi cochera un poco, y caían chorreones de pastelitos de toda clase. Cientos de amigos del barrio venían a pelarlos, para que no comieran tanto plástico, y tu dirás ¿ por qué? POR LAS ESTAMPASSS. Le dábamos un bocaillo, si sabía picante, al cerdo, si no, pa dentro. Jajaja. Mirábamos las fechas menos antiguas y aparcábamos. Nosotros y nuestros amigos éramos los reyes en el colegio. Te lo digo yo que es verdad, todo lo que digo, la pura realidad.

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