martes, 24 de mayo de 2011

OTRA VEZ QUE CASI ME MATO

¿Qué día es tu cumpleaños? No me lo has dicho.

Tengo muchos, tantos como nombres. El primero no lo recuerdo, el 8 de septiembre.

Del último pronto cumplo un año, el día del despertar, el de mi nacimiento, donde murió la otra, la tonta, la que solo vivía para los demás, sus hijos, sus amigos, su familia, su casa y ni tiempo tenía para mirarse al espejo antes de salir a la calle.

Entre el primero y el último muchos cumpleaños, un quirófano, una playa, un duro en mi traquea, meningitis, partos múltiples y un incendio en mi casa.

Pero de todos solo recuerdo una fecha, 14 de enero, ese día hacía una mañana fría. Cubrí mi cuello con un pañuelo rojo del Che, quizás me protegió, quizás me tiró él. Ángel o demonio, ese día estaba escrito que ocurriría. Entre quedar en la cama y salir a coger las aceitunas del campo no pude elegir: o los niños o currar. Me toco currar, ¡como no! los niños eran más cómodos.

Previa discusión, indignada, a la aceituna me fui, en un Renault 21 del año la polca, con menos fuerza que el peo un ... ya no digo más tacos que me regaña ya sabéis quien. El otro día no me censuró... me vio tan cabreada que tendría miedo a pillar un rasponazo.

Salimos ¡¡ Que frío!! Varias acciones de aviso, el coche que no arranca, un perro casi atropellado, el carril cortado... Nos esperamos, lo abrieron y subimos. La subida hasta el sitio peligrosísima ¡que miedo! siempre lo tuve.

“Deja aquí el coche, no lo subas, no lo subas”
“Si no te fías, te bajas”.

No podía bajarme, quedaría herida en su orgullo y en mi confianza en ella. Yo siempre me fío ¿si alguien te dice que te tires por un barranco vas y lo haces? Si es mi madre, yo me tiro. Y nos tiramos…

Una curva acelerada para poder subir la cuesta y a la vuelta de un olivo, clavó sus raíces en el camino, empujando nuestra rueda hacia arriba para que diéramos el gran salto.

Nunca puede pensar que un coche saltara tanto. Décimas de segundo en el aire, que parecen siglos, las cuatro ruedas rodando, rodaban todas, rueda que te rueda, sueltas. Nunca olvidaré ese sonido… el de las ruedas rápidas que ruedan y ruedan y no dejan de rodar.

Fue el sonido de la sorpresa y la incertidumbre de la novatada. Es que es la primera vez que me tiro por un barranco, la próxima ya iré diciendo, ahhh, y ahora es cuando viene el golpe, ahora viene ...

Con los ojos como platos a la espera del siguiente segundo... un golpe de chapa, choca, suena a lata, otro golpe, otro choque, otra vuelta, otra más... parecido a lo que sientes en el sapito loco de cualquier feria, pero… con la vida en sus manos.

No se donde dan los golpes, ¿en el techo?, ¿en el lado?, totalmente desorientada, más vueltas y más golpes y más cerca la muerte.

“¡¡Que pare, que pare, que pare ...!!!” con los ojos cerrados ahora, recentando, incluso rezando.

Por fin para, abres los ojos y solo ves tierra, oscuridad, no puedes adivinar en que postura está el coche.

“¿dónde estás? Mamá ¿donde estás?”

Y gritas ¡¡SOCORROOO!!! ... y ella grita “estamos bien, Lolo,estamos bien”, una y otra vez como si le dieran cuerda.

El olor a motor quemado, aceite y gasolina no se olvida jamás, todavía hoy en la ciudad lo huelo en ocasiones y se me revuelve el alma. Ni que decir de la imagen de esos líquidos cayendo no se muy bien donde ni como, se que los vi, no se donde estaban en el coche, se que el líquido chorreaba y que me impulsó a huir. No hay por donde huir, las puertas están bloqueadas, estamos enterradas, ¿donde estamos? Enterradas vivas.

Y recuerdas las películas, donde siempre explota el coche tras el accidente.

Quieres salir y no puedes… solo hay tierra en las ventanas.

De pronto una pequeña esperanza, mi hermano desde fuera nos habla

“¿estáis bien? venga ya estamos aquí”

Mi otro hermano, el postizo, no podía articular palabra, pero mi Lolo no paraba de hablarnos, nervioso, habla que te habla, para que le contestemos.

“Ya os sacamos, venga tranquilas, ... vamos... venga...”

El cinturón me aprieta, me falta el aire, no puedo soltarme. Como el anuncio aquel que vi en la tele años después, colgada bocabajo como un murciélago, paralizada, no podía pensar. Todo parecían horas, días… eternos momentos de terror. Sin dolor, no te duele nada, no tienes pensamientos, solo piensas que estás muerta y que todos se mueven menos tú, que estás muerta.

La puerta por fin, la puerta, solo una cuarta se abre, no se ni como sale mi madre, como una rata, adapta su cuerpo para salir por el agujero. Veo a mi hermano, me grita, desde fuera, estoy paralizada, me grita... yo lenta.

Descuelgo el cinturón y salgo, igual que una rata también, más chica pero ¿rata muerta? No, por el momento no, será en otra ocasión. No cuento las veces por si son más de siete. Una vez fuera, con el pañuelo del che, mi hermano me lo quita, pensó que era sangre en el cuello, que susto para él ... lo miro y le pido que cuide de mis niños, que ayude a su padre que son sus sobrinos.

“! Nena, que no estas muerta ... callaaaa que estás bien !” “¿Estás bien?”

¿ Bien ? si hasta ese momento, no reconozco el dolor, pero solo en unos segundos, cuando la adrenalina desaparece, aparecen ellos. El del pecho del cinturón, las muñecas y tobillos golpeados al son de la música de lata, mi cuello no sujeta la cabeza, le ayudo con mis manos y sobre todo, lo que me quedará para el resto de mis días, una hernia en el culo, que me duerme la pierna del labio a dedo gordo del pié.

Zapatillas apretás para poder soportar tantas hormiguitas que no me dejan pisar y cuando cambia el tiempo y cuando a ella se pone rebotá, va la lengua contoneando el culo para disimular. Con mucho glamour. ¡Mira que voy sexy!.

Mira que me río, cuando me pinchan en urgencias, mira que me da la risa tonta, río... lloro... río ... lloro, solo me pasa una vez al año, la última el 9 de junio el día de mi despertar. Drogada hasta los ojos y me pude levantar a por agua que me pedía el cuerpo, para ver lo que tenía que ver y salir del engaño.

UN CHOQUE BRUTALME DESPERTÓ EN MI ÚLTIMO NACIENTO, es pronto mi cumpleaños, felicitarme que sea enhorabuena, porque en esa hora tan buena, mi cuerpo y mi seso despertaron a la vida.



PD: véase fotografía real del atestado del siniestro.

3 comentarios:

  1. ¿ Yo puedo comentar ? Es que he leido y es triste, pero alegre. La verdad, que ... no se, estoy algo triste, tontita. Otro día os cuento las pesadillas de después, y la de veces que imaginé que me tiraba, por aquí y por allí, no quedó curva en la provincia, que yo no imaginara. Como me gustaría contar, que volví a conducir un coche, por ahora me conformo con mi moto que el arreglo me ha costao más de 100€

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  2. Los finales felices nunca son tristes pero recuerda que hasta las gatas guapas sólo tienen siete vidas. Así que cuídateme.
    Por cierto, muy bien contado.

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  3. A pesar de mi corta edad, he vivido sin luz, ni agua ni water y he visto morir a mucha gente joven. De estas experiencias, salen pesadillas. No quiero ni contar las pesadillas de después del accidente, o después de ver muerta a una amiguita con 12 años ahogada en una piscina, o después de ver al hermanillo de un amiguito, un bebé que se calló por un cuarto piso, o después de ver a mis amigos caer en la heroína, vivos pero muertos, menudo nombrecito... PESADILLAS el próximo.

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