Érase una vez que era…
algo o alguien que no era.
No sabía lo que era
porque nunca salió de su seda.
Pasaron los siglos y los siglos,
y ese algo o alguien, lo que fuera,
no salió ni por moreda.
No cruzó el quicio de su puerta,
no conoció otros mundos,
no conoció a ningún poeta,
nunca sintió el aire puro…
nunca la mar serena.
Caminaba en círculos sin salida.
Hizo miles de cosas,
buscó cientos de soluciones,
resolvió enigmas ajenos,
pero no salió jamás…
no solucionó sus problemas.
¡Y sigue la burra
dando vueltas a la noria!
como decía Gloria.
Y seguía viviendo lo mismo cada día,
sin comprender porqué lo hacía.
Y murió.
Y desapareció.
Y se fue como vino…
sin encontrar respuesta
a las voces que escucha
en su cabeza.
Sin que nada ni nadie
entrara en ella.
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