martes, 5 de julio de 2011

LA SANTA COMPAÑA

No había acampado nunca. No conocía los sonidos nocturnos de un bosque. Los crujidos de las ramas, le recordaban a las pelis de terror, pero nunca imaginaría que un animal merodeaba su mochila. Ese bocata de chorizo se huele a kilómetros de distancia si eres zorro.

Hay un pájaro que emite un sonido estremecedor, igual que el grito de un asesinado antes de morir. Por eso yo, india vieja, si he de dormir sola en mitad de un bosque, siempre buscaré la vera de un río. El sonido de sus aguas relaja e impide que escuche todos los demás. Y son muchos te lo aseguro.

No estaba solo, sus amigos lo acompañaban, uno de ellos con experiencia, le inspiraba la confianza necesaria para ir tranquilo por el camino. Un largo día sudando, hablando, pensando y caminando dio paso a una larga noche de silencios.

Todos duermen, pero él no puede. No es fácil coger la postura. Sus caderas son las más puñeteras, todas lo son. No recordaron el viejo truco de hacer un agujero en el suelo a la altura de las caderas y eso les pasó factura en horas de sueño. Además, en ruta no vas a ir haciendo agujeros, como marcas de sendero.

Con lo cansado que está, quizás por ese motivo, no puede cerrar ni un ojo. ¿Un cigarrillo? No, no puedo fumar dentro ¿salir? ¡Que miedo!. No hay nadie en kilómetros a la redonda. No consiguieron llegar al camping y la noche se les echó encima. A la vera del camino abrieron su tienda, esperando que llegara un guarda a levantarla, y con la esperanza de que los llevara a su punto de avituallamiento establecido. Comenzó la noche. Y nadie llegó...

En un camping, los sonidos humanos aportan confianza, pero allí… al silencio del sueños de sus amigos, se le une el silencio total absoluto del bosque. Echó de menos incluso el ronquido de alguno, pero ni eso. Poco a poco, el oído se adapta y el bosque comienza a hablar.

Sonidos como susurros que seguro tienen explicación, pero que su poca experiencia vuelve a recordarle que puede ser algo paranormal.

Son varias voces, no estoy soñando... susurran y rezan juntas muy, muy lejos. Pisadas sobre las hojas de un bicho grande, no sale a fumar, cierra la cremallera y duerme. O al menos lo intenta...

“Será un animal” piensa ¿un animal? ¡que miedo también!. Un búho perfectamente reconocible, que no ayuda a mitigar el miedo. Sigue el susurro lejano y los pies de algo que se acerca despacio… muy lentamente… “¿Estaré durmiendo?” Había escuchado mil historias de la Santa Compaña, por testigos visuales según dicen, según cuentan...

Ni un parpadeo para hidratar sus ojos. Atento a su sentido del oído, se olvida de los demás. Solo ve el techo de su tienda, su oído le avisa, ese sonido no es del bosque. No es un solo animal, corren y paran., no, se acercan.

Pasos metódicos, imponentes, firmes y fuertes se acercan aquí. Muchas historias conocía de estas tierras; muchos mitos y leyendas, pero eran solo eso… habladurías, ¿testigos? Si, todos conocían a uno, pero ninguno lo era.

La Santa Compaña, era un lista de nombres de fallecidas, asesinadas, fotografiadas en vida. Ellas dedicaban su vida a Dios y este decidió darles una segunda oportunidad para seguir en este mundo por los siglos de los siglos.

No es una historia vieja. Ocurrió no hace tanto, hay fotos de las muertas. Como lo hay de muchos asesinados y asesinos muertos. No me gustan las fotos antiguas si no son de edificios. Las de personas, encima fechadas, echo cuentas y solo veo… muertos. Cuando una foto en blanco y negro envejece, se amarillea lo blanco de los ojos y hace que sus protagonistas tengan ojos de muertos y faz de tristeza.

Ya no hay duda, alguien merodea la tienda, son muchos, muchas pisadas. Está paralizado, todo fue muy rápido. Pisadas en círculos escuchaba alrededor, susurros, rezos, no había duda, era uno de esos testigos, no visual, pero si escuchaba a la Santa Compaña.

Cuando estaba a punto de reaccionar y avisar a sus amigos, se hizo el silencio. Absoluto. Quedó de nuevo paralizado, esperando el siguiente sonido. Nada. Ni bosque, ni habitants… Nada.

Pasó un rato, comenzó a pensar que era un sueño. De esos que dices ¿ha pasado esto?

La respuesta puede ser 50% si , 50 % no.

Se arma de valor… abre la cremallera y asoma la cabeza lentamente, con la mirada baja.

Antes de que pudiera reaccionar, a la puerta, silenciosas las monjas le ofrecían una vela, casi irresistible la atracción. Ya estaban en su retina. Sabía quienes eran, sabía que no podía aceptar nada y que tenía que correr, correr y no mirarlas. Pero… algo tenían que lo hipnotizaba... segundos que parecen siglos. Imágenes que parecen sueños.

Un grito a su oído, alguien que lo está viendo a kilómetros de distancia, su igual le grita:

“¡¡Corre!!”

De un salto, sin zapatillas, sin pantalón y sin saco, quedó todo atrás del impulso y la fuerza de ese grito. Corre de la muerte ¿hay algo peor?. Sigue escuchándola:

“¡¡Corre, corre... !!”

Exhausto, casi muerto pero con vida, no puede más. Traza un círculo en el suelo del tamaño de su cuerpo y se abraza las rodillas en posición fetal. Duerme, ahora sí. No puede más. Atrás dejó a sus amigos, sin aviso previo ni na. ¿que les pasará?

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