sábado, 23 de julio de 2011

¡ HOSTIAS !

Ellos si saben llorar aunque tu tengas reventao el tabique nasal. Esta historia tampoco me la contaron, la viví. No me pasó a mi, pero si a la coprotagonista de toda mi infancia y adolescencia. Hasta que mis hijos cumplieron 5 años, vecinas y amigas, amigas y vecinas. Después me mudé y perduró el cariño, pero el roce se pierde. Dice así:


Y te lo cuento para que sirva de ejemplo, a tí que te dio la primera esta primavera, aunque ahora solo le digas que te levantó la mano un poco, el ya te la puso encima, porque lo hacen enseguida. Verás lo que mi bola de cristal dice de tu futuro: Tu futuro es bueno, pero tienes que levantar el vuelo.


Desde pequeñas juntas al cole, de adolescentes juntas en su piscinilla, hasta en la siesta juntas. Si una madre te soporta en la siesta, es porque ya eres de la familia.


El otro día un abrazo y un llanto. Pasé cerca de tu casa, estaba trabajando, repartía cartas. Y le di a tu madre un abrazo y un llanto.


Ella me lo contaba todo, desde su primera bofetada, hasta sus juegos en la cama. Ella me lo contaba todo y yo me encorajaba, porque impotente testigo era y no podía hacer nada.


Me pasaba el teléfono cuando él le lloraba, después de una paliza: Le lloraba. Y yo escuchando sin poder hacer nada. No me dejaba que le hablara. Si no, otro gallo:


“No lo haré más. Voy a cambiar…”

Y tras la reconciliación, vuelta a empezar. Su madre, su padre…

Solo a ti te hará caso, habla con ella, la está matando.

Un día llegó a su casa, después de años de noviazgo, la mili y su puta madre y él maltratando. No había dudas no eran solo maltratos psicológicos, también hostias y palabras que la dejaban en el fondo, en el fondo de un pozo.


Sin salir, sin vivir, sin vestir, sin poder ni reír.


Maldito cerebro listo que sabes en cada momento que has de hacer para seguir, enamorando, dominando, pegando, vejando, maltratando y si no corres, matando.


“Te va a matar – le dije – no lo cuentas nena, solo tienes 15 años, este te entierra”.


Escayolas de algodón, mira, dije su nombre en esta frase, escayolas para sus tabiques nasales. Y cuando la miro a la cara, es una niña chiquitilla en pañales.


Ella sabía que la muerte la esperaba, ella sabía lo que yo pensaba. Todo el mundo le hablaba, yo solo la miraba… puchereaba y la miraba.

“Móntate en mi moto nena” – la saqué de aquel infierno, de voces y reproches, toda la familia lo está haciendo. ¿No ven que no sirve de nada? No entiende, su cerebro, está muerto. Es como hablarle a un autista, en su mundo él es su dueño.


Y todos los demás impotentes ven, como la van perdiendo. Ella ya perdió su alegría, su energía se estaba consumiendo.


En la moto al paseo de las bicicletas, fresquitas a la sombra hablaremos. Sin cascos, libres los pelos, como se despejan los cerebros. Entonces no multaban, nadie llevaba.


A voces, con la cabeza girada, le gritaba. Ella no me mira, pero me está escuchando. Abrazada a mí, en mis acelerones de coraje:


“¡MÁTATE COÑO Y TERMINA! ¡PÉGATE YA UN VIAJE QUE NO SUFRA LA GENTE! ¡QUE LOS QUE TE QUEREMOS, NO PODEMOS VER ESTO IMPOTENTES!”


Porque encima, él venía y hasta en la mesa comía, y si no es por nosotros hasta un cura lo bendecía. El muy salvaje, contaba con su silencio y sonreía; ante los padres, como un buen yerno, pero ya la máscara se difuminó, y detrás, su rostro daba terror. Con los ojos muy abiertos, las cejas arqueadas, labios finos y dientes prietos, su frente arrugada y violencia en su mirada.


Maldito… malditos, que os dieron de mamar, que os hizo ser, tan extraño ser, que solo con el dolor de ellas os podéis alimentar. Yo, ya lo dije un día, yo soy capaz de matar. Y este, este se yo que lo hacía, este, por mí, desaparecía. Porque ahora tiene mujer e hijos, mmmm no cambian, continúan.


Ese día hablando en el parque, no se como pero ese día, abrió los ojos por fin. Ese día.


Ahora tiene dos hijos preciosos, juntos fueron a la guardería, con mis chicos. Ahora se que es feliz, más o menos, como todos. Con sus más y sus menos y sus peripecias de vida. Pero está viva y dirige su vida. Sigue casada pero por Dios, no fue con la Bestia ella tampoco era la Bella.


FIN


Así terminó el cuento, eso fue así, como te lo cuento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario