Al principio me propuse ser amante solo, ver NI LA PIDO NI LA DOY. Pero no sirvo. No sirvo… tengo que salir ya del armario. No perdí la orientación por el momento, pero ese gesto de salir, levantar la cabeza, despejarme de pelo la cara, pegarlo con orquillas a las sienes y salir. Quiero cogerte de la mano. Sin sentir pudor. Sin que te llamen pollavendá. Sin que me pregunten, sin que te pregunten. Libre.
Pero el miedo escénico me hace volver a la realidad. No quiero ser tu amante, pero es para lo que sirvo ahora. Ya no soy una chica que sirva para ser la madre, la de antes si. Ahora solo sirvo para ser la amante.
Yo quiero pasear al sol, no esconderme bajo mi techo, a persiana bajá. Quiero salir a la calle y que la gente me pregunte, “¿cómo estás?” Que te pregunten “¿cómo andas?”
Cógeme de la mano, estoy temblando.
Para qué perder el miedo al coche, si no lo necesito para mi trabajo. Para qué perder el miedo a salir, si no lo necesito para vivir… si yo estoy bien aquí, en mi torre de marfil.
Yo era feliz, ahora no.
Yo hacía felices a los demás, ahora... no.
Ahora sufren desde el más grande, hasta el más chico
por mi.
Por mi culpa.
No gracias a mi.
No debí despertar.
No debí ver ni mirar,
ni escribir,
ni reir,
ni llorar,
ni sentir...
ni hacerte sentir.
Ni sentía,
ni padecía,
ni te entretenía.
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