lunes, 25 de julio de 2011

NO DESPIERTES AL DRAGÓN DORMIDO

Érase una vez un perro que vivía en una gran familia. Su pelo suave, aterciopelado y canela y ojos de buena persona. Su tiempo discurría simple, sencillo. Solo se preocupaba de comer, cagar y cuidar de los suyos. Siempre estaba pendiente de unos y de otros: Cuidaba las ovejas del rebaño… acudía al colegio con los niños… cuando llegaba a casa, se desvivía por agradar y hacer la vida más fácil a los demás. Salía por la calle y todos los niños lo saludaban, era muy cariñoso y gracioso, por eso le tenían confianza.

Algunos niños le tiraban del rabo para acariciarlo, y ni el culo les daba asco. El cariño ciego de todo el mundo, hacía bonico a este perro, aunque era un perro feo, con los dientes sobresalientes, sin raza, sin clase. Los perrillos y los humanos nos parecemos en eso, de chiquitillos todos somos bonicos.

Tenía todo lo que deseaba, era feliz. Su vida simple, movimientos inmóviles en su cabeza. Esto, lo otro, muchas cosas, pero más o menos podía con todas. No descansaba en todo el día. Y por la noche a pierna suelta dormía. Porque no tenía nada que le diera vueltas. Antes de caer la noche se dormía y vuelta a comenzar al otro día.

Descansaba tranquilo, con el deber de un perro cumplido, pero… ¿había vivido?

Una noche empezó a pensar en los perros callejeros, sin obligaciones ni sueños, en que pasaban hambre y falta de sueño, pero al final, sin dueño.

Una noche, algo extraño ocurrió: jamás despertó, desapareció.

Pero no murió, se transformó.

En su lugar apareció una cápsula como las de Nolotil, pero gigante. Pero sin cortes ni empalmaduras. Sus colores rojo y azul, según le diera el sol.

A la mañana siguiente, los niños buscaban a su perro, lo llamaban como cada día, para exigir su ración de cariño y una leche calentita. Pero no vino. No apareció. No lloraron, era extraño, no echaron de menos al perro, esperaban que apareciera como en otras
ocasiones que se escapaba en celo.

Se levantaron, solos y se hicieron la lechilla. Y al llegar a la cocina, descubrieron ese extraño objeto. ¡Qué es eso! ¡Qué asco! Era viscoso y blando.

Los mayores querían tirarlo a la basura, o llamar a la policía científica para que se lo llevara. Pero los pequeños de la casa, aún miraban con ojos de niño y decidieron que lo cuidarían, aunque no hiciera nada, aunque no les ayudara, aunque nunca jamás se moviera ni actuara.

Pasaron muchos meses, el objeto fue casi olvidado, digo casi, porque cada noche dormía a su lado. Una noche al lado del niño otra al lado de la niña. Le daban su calor a los pies de la cama, pero sin asco, cada vez menos. Era como un Gusiluz. Al mínimo  roce de sus pies, se encendía de rojo. Y cuando nadie le hacía caso, quedaba gélido y azul cielo, como un hielo.

Un día, gritó la niña. ¡Ven, ven, miraaaa!

Corriendo acudió el pequeño, a la habitación de su hermana y de curiosidad los dos mayores se acercaron. El objeto se movía, como si quisiera reventar. ¡Qué asco de nuevo! ¿ Qué saldrá?

Horas mirando al huevo, ya no había duda, en su interior algo, se movía y sacaba sus formas, codos, piernas y movimientos móviles. Ya no hay duda, algo con vida escondía.

Reventó y un líquido espeso manchó toda la cama, azul y rojo, rojo y azul, toda la cama manchada. Con cara de asco todos, lo esperaban, hasta que de pronto una garra, salió a sus miradas. Bocas abiertas y ojos secos, los cuatro se miraban, ¿ qué será esto ?

Otra garra y un ojo. Negro. Grande y sincero. Se parecía a su perro. Toda la cabeza fuera y de pronto todo el cuerpo. ¿Un lagarto? ¿Una iguana? ¿Qué es esto? Es un lagarto alado, es un dragón pequeño, se decía unos a otros ya no conciliaron el sueño.

Torpeando con sus tiernas patas, transparentes aún sin sangre, gelatinoso, espantoso. ¡Qué feo y que tierno!

El dragón pequeñito, se quedó mirando a su dueño, luego miró a su dueña, luego al otro dueño y para terminar, se tiró volando a sus brazos, a unos de ellos, al que mostraba menos miedo.

¡Aaaayy, que bonico, mira mira, se está riendo, ayy, lo cuidamos, trae leche que es nuestro!

En una botella de litro, del agua de la nevera, llena de leche con un dedo de guante y en segundos, ¡cuanta hambre! Un litro el primer día, dos al día siguiente. Y cuando se dieron cuenta, ya no comía de su mano, cazaba gatos de mi barrio.

Aquel perro con patas suaves y gorditas se vio sustituido por  un dragón con garras afiladas, sus uñas limadas, no era perro callejero era de casa, en fuertes sables que desgarraban. Miró su pecho, siempre estaba panza-arriba, y no vio tetillas entre el pelo escondidas. Como una gran armadura de caballero, fuertes y musculosas, eran. Su piel suave ya no tocaban, aquello eran escamas. Sus brazos, sus piernas, su pecho… no era un perro, no era ya un perro.

Y en su cabeza, pensamientos,  en su cabeza ya no hay pelo, tenía dos cuernos, ni grandes ni pequeños. Dos agujeros por orejas y un cresto.

Escupía fuego por la boca, traducido en palabras, escupe sin querer queriendo, escupe por instinto. Escupe aunque se queme, escupe sin mirar ni palante y pa tras.

Sus ojos de dragón, miran más allá, de donde ven los humanos y por eso a veces nota como te acercas, por tu calor. Tu calor para él tiene color.

Miles de pensamientos corren y corren por su seso, le hace temer la locura, su madre perra … ¿o era dragón?  se lo dijo: mira bien a los de tu sangre, quedan pocos ya, pero los dragones jamás se extinguirán. Míralos y controla, que no te pongas loca.

Porque este dragón era hembra, hasta su sexo cambió, ahora pisa con rabia esperando curarse para volver a dormir como cuando era perro, como antes.

Pero ya jamás cesarán de volar sus pensamientos, desde aquel momento, desde aquel preciso instante que levantó el vuelo.

Poco a poco fue creciendo, vivía en la terraza, tenía su caseta de perro, pero más grande que nada. La puerta de terraza siempre abierta, cuando quería entraba y dormía a los pies de sus camas. Y soñaba. Y en algún sueño, escupía palabras, más de una noche con el extintor andaban.

Al cole volando, eso si que molaba, daba los viajes que hiciera falta. Uno estudiaba en Granada, otro en el instituto, otro bailaba en Córdoba, y el otro en Tailandia. Pero al caer la noche, el dragón los recopilaba, no dormía tranquilo si bajo sus alas no estaban. Y si hay que calentar un lago, para que los niños se bañen, allí estaba. Pero el lago artificial, de las Fuentezuelas, que en los demás los peces, se van a la mierda. Desde entonces, si van los niños a la piscina, ese día calentita, meona, como a ellos les gusta.

Y si a todos les apetecía viajar un día, no se lo pensaban, tiraban de mapa. En dos momentos con su taper, y su bolsa nevera, pasaban un día en Eurodisney, otro día en la playa, o al mercadillo el jueves, que más daba. Siempre venían con ellos, amigos y familiares. Este dragón tan grande, con todo podía, y encima cachondo, en picado, vueltas; ¡ agarrarosss, que dirige el gitano, agarráros con la manoooo!

No despiertes al dragón dormido, para una vez que coge el sueño.

¡QUE EGOCÉNTRICA COÑO, HASTA EN DRAGÓN ME CONVIERTO!

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